Desde el punto de vista de la teoría de la Estructura Social, una sociedad puede tener dos sistemas de jerarquización para distribuir internamente a sus individuos; o lo que es lo mismo, maneras de disponer en niveles de poder y capacidad para acceder a los medios de producción y recursos. La primera es el logro, según el cual las posibilidades de progresar son derivadas del esmero y empeño propio de las personas; la segunda, adscripción, se corresponde cuando la “cuna” y otras variables no controlables ni relacionadas con el trabajo personal, determinan la capacidad de progreso. La aparición de una u otra no es resultado del azar, ni mucho menos es la mano de la naturaleza la que la dispone, como a las setas y tréboles del monte. Por el contrario; tiene mucho que ver la configuración, el sistema de relaciones y la Historia de la propia sociedad. De hecho, cuanto mas libre , democrática, ecuánime y conciliadora sea mayor es la capacidad de desarrollo que poseen sus individuos.
Pero, ¿a qué todo esto? Sencillamente a que los vientos que soplan en el fragor de la batalla originada en la mesa tripartita de concertación social huelen como el humo nauseabundo que fluye en una pira de carne humana. Rozamos ya porcentajes de parados que dan vértigo, próximos al 20%, con más de un millón y medio de familias en las que todos sus miembros están desempleados, con sucesivas tasas de crecimiento económico peligrosamente bajas y donde aparecen “brotes verdes” escasos, ralos y mal nutridos por los “jardineros” que los atienden. Y ¿de quién “ye” la culpa?...Como todos sabemos, la pobre culpa “ye soltera y nun la quier nadie”. Pero a continuación, intentaré presentarla en sociedad para que se empareje de una vez. Camarero ponga una ronda que la pago yo; y empezando que es gerundio...
Unos y otros, patronal y sindicatos, de inicio y por principios de humanidad, deben representar los intereses de sus asociados. Hasta aquí todo lícito; el problema es que, ocasionalmente a algunos, los árboles les impiden ver el bosque, en llamas y casi calcinado, que tras ellos se esconde. En la partida ocurre que los comportamientos pasan de ser sectoriales a sectarios; trascendiendo lo meramente corporativo. ¿Cómo sino pueden los empresarios empecinarse en empobrecer el empleo?. ¿Como pretender prever que presionando sobre las prebendas de las cotizaciones sociales el precario mercado de trabajo se presentará más precoz?. ¿Cómo entenderemos todos que las soluciones no salen de nuestros ombligos como la pelusilla atorada después de varios días de estío veraniego sin ducharnos? Miedo me da el mundo de las doctrinas neocom.
Si, como se pretende las cotizaciones sociales de las empresas bajan en torno a dos puntos, el sistema de seguridad social resultaría tocado sensiblemente y el buque insignia, del mismo, torpedeado por la proa. Ya no tendríamos que plantearnos gozar de una pensión digna, al fin de la vida laboral, sino la posibilidad de jubilarnos algún día. Y es que de ser así; el sistema de transferencias intergeneracionales quedaría totalmente inoperante por el efecto combinado de esta solicitada rebaja más la reducción de las aportaciones de los cada vez menos activos del mercado de trabajo. Y todo en virtud de una supuesta reactivación de las empresas, que generarían más empleo. Desgraciadamente la Teoría Económica nos dice que estas fugas del flujo económico nunca cumplen su misión y van directamente a la bolsa de los miembros de la corporación. Por el contrario los esfuerzos por capacitar a los trabajadores y la inversión en I+D+i se ven recompensados con una mayor productividad y posibilidad de sobrevivir en mercados hostiles y cambiantes. Esta apuesta por la formación del capital humano debe ser también un objetivo ineludible de la parte sindical.
En estas; el Gobierno, absorto y aturdido en palabras del Presidente, ha optado por actuar por decreto, regulando lo que considera justo. Esto es potenciar y defender el mercado laboral, pues sabe que su precariedad es néctar ponzoñoso y venenoso para la economía de un país. No podemos olvidar, como ya he gritado alguna vez, que esta es una crisis de demanda o consumo, nunca de producción, de forma que la solución está en dar posibilidades para que aquél se mantenga y que a la máquina económica no le salgan telarañas, por inanición. Ya que en estos casos, la reducción de costes empresariales debe venir justificada por una racionalizada gestión de los financieros y de fabricación, hijos estos últimos de una correcta política sectorial iluminada por la innovación; nunca el bálsamo es “capar” la remuneración de la mano de obra que, al fin y a la postre, es la que va a tirar del consumo nacional.
El equipo de gobierno debe ser consecuente con la situación que nos ha tocado vivir y tomar las riendas de la cuádriga con mano firme y segura para que los caballos no se desboquen definitivamente y nos enfilen hacia el precipicio. La apuesta; decidida sobre un sistema educativo serio y no alienante, coherente con las necesidades del modelo, que inculque en valores sociales, económicos y humanos; capaz de dar salidas justas y en igualdad de condiciones, con políticas activas de reciclaje laboral y profesional, dotado de velocidad de reacción ante los cambios de la economía global. La regulación; importante para evitar proliferación de “tipos” que “jueguen” en el filo de la legalidad, destruyendo el sistema y arrasando con todas las almas que encuentren en su camino, sin pagar por ello. Por que le pecado de unos pocos, es la penitencia de la generalidad.
La oposición, quien la ejerza en su momento, y por extensión los políticos en su totalidad, deberían ser respetuosos con la situación y olvidarse del marketing electoral eterno. Por que las sociedades se crean con más materia prima que ladrillos y ladrillazos, estacas y estacazos, polvos y polvazos... La esencia está en el ser humano, como tal, la colectividad y sus variedades. Y con estas; sigo sin cansarme de gritar a los cuatro vientos, por muchas cosas horribles que pueda ver en los puntos cardinales de la rosa de los vientos. Mucho antes ya Edmond Burke, filósofo británico del siglo XVIII, decía que para que el mal triunfara, bastaba con que los hombres de bien se crucen de brazos y no hagan nada.
Heri Gutiérrez García.
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