Recientemente ha visto la luz un estudio, de la Universidad de Oviedo, muy rimbombante él, al calor del último informe PISA, sobre educación. Sí; aquel en el que nuestros jóvenes, y no tan jóvenes alumnos, salían mal parados en parámetros educacionales respecto a sus colegas europeos. Leían peor, se encontraban más desmotivados, copiaban como posesos y fracasaban en mayor número de ocasiones. De tal guisa, todos los docentes y decentes, nos alteramos superlativamente porque la formación del capital humanos, en todas sus vertientes, es lo capacita o descalifica el futuro próximo de una nación, así como su posibilidad cierta o fatua de su desarrollo sostenible; obviando ya el tema de la “pasta”; y no me refiero a los tallarines. Metidos en “fariña”, la “Uni” asturiana hace un estudio en el que se desencadenan una serie de diferencias de rendimiento, centradas en matemáticas, capacidad lectora, comprensión de sistemas vivos, físicos, identificaciones abstractas, etc; la lista era larga y aplicada en toda la nación. En ésta; se estima una media muestral, para cada una de las poblaciones, chicos y chicas, con una sensible divergencia cuantitativa, favorable a los varones en números, ciencias abstractas y de la naturaleza y para ellas en comprensión lectora y simbólica. El problema aparece si se quiere dar una explicación plausible correlacionando género y capacidad. Inicialmente así; alguien podría pensar que el género propicia una capacidad de resolución distinta ante los mismos avatares de la vida. Por ejemplo; los chicos podrían ser mejores técnicos, camioneros, pilotos de pruebas, etc y ellas más hábiles puericultoras, chachas, costureras o amas de casa... Los datos estimados y contrastados, a través de esa hipótesis, tendrían una altísima verosimilitud; osea, que se cumpliría género como causa y aptitud como consecuencia, al cien por cien. Si permitimos esto; en el mejor de los casos estamos considerando la posibilidad de que la ciencia conspicua este investida de dos visiones distintas. O lo que, en el extremo, sería aceptar que una ecuación matemática tenga siempre un resultado distinto si la soluciona un “nene” o una “nena”. Y nos quedamos tan a gusto como un “pepe”, sin ponernos “coloraos”.
Pero, en este rajar en el que me he metido, os propongo ir más atrás; concretamente a 2006 cuando la investigación PISA, sobre treinta países aparecía titulada “La influencia del género en los conocimientos y competencias científicas”. Pues bien; desde mi humilde punto de vista, como apócrifo recién llegado a la etnología, considero con el mayor de los respetos, que este título, que aparece cargado de prejuicios, es suficiente para descalificar el resto del trabajo, aunque en su esencia fuese honrado y pretendiese analizar la influencia de la cultura sobre la distinta formación recibida por los niños y las niñas. Así presentado parece querer aplaudir, la idea que anteriormente he intentado rebatir; que el género define habilidades, y no creo que por pertenecer a uno u otro se sea más inteligente; a lo peor, sí quizás más prepotente. Este precisamente; puede ser el preámbulo y la llave de la caja de Pandora que permita considerar plausibles las distinciones, y peor aún discriminaciones, por color de piel o raza y la posibilidad de disfrutar o sufrir, por eso mismo, de ciertas prebendas en la vida. Bueno; no están muy lejos los que así consideran. De hecho hay una cadena de televisión que las alienta constantemente y que alarma sobre la injusticia que sufren sus inmaculados redactores y periodistas objeto de escarnio por el vulgo con distinto acervo cultural al suyo.
La cuestión está en detectar y destruir los sistemas educacionales y sociales que sean intoxicadores; creadores de puentes, que no deberían existir, desde ramas del conocimiento hacia la cultura, cuando aquéllas solo son técnicas de trabajo y no instrumentos que abran campos o cierren “sebes” al libre desenvolvimiento de las personas. Porque sencillamente ese es el germen de la discriminación de género que permite pensar si ellas, las mujeres, pueden o no deben hacer algo. Y, a la vez, resulta como caldo de cultivo para desarrollo de derechos de propiedad alienantes que se articulan en torno a principios bastardos e irracionales.
Si el ser humano se adapta a las condiciones del entorno y la cultura le suministra elementos que le permiten ser más eficiente y eficaz en esa labor, no debemos potenciar sistemas discriminadores, sino amplias gamas, como pistas de aeropuertos, para conseguir que todos seamos eminentes, en cuanto a hábiles, en la rama de actividad que elijamos, por devoción o vocación; no porque desde la tierna infancia se nos vaya sesgando el futuro profesional y, peor aun educacional, por poseer variables, significativas para la vida cotidiana, pero que en nada tienen que ver con la supuesta capacidad profesional que nos encumbra.
Heri Gutiérrez García.
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