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E S T U D I O S D E E C O N O M Í A A P L I C A D A V O L . 27-1 2009 P Á G S . 235-260
Análisis de los hábitos de lectura como una
decisión económica
VÍCTOR FERNÁNDEZ BLANCO y JUAN PRIETO RODRÍGUEZ
UNIVERSIDAD DE OVIEDO
Departamento de Economía
e-mail: jprietor@uniovi.es
RESUMEN
En este artículo se investigan los hábitos de lectura y de asistencia a las bibliotecas dentro del marco teórico de las
decisiones racionales del consumidor y atendiendo esencialmente a la influencia del capital cultural individual
tiene en la formación de las preferencias. Utilizando la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España
(EHPCE 02-03), se estiman dos modelos probit ordenados que identifican los factores que explican la frecuencia
en la asistencia a las bibliotecas y en lectura como actividad de ocio y un modelo de conteo que permite analizar la
intensidad de la lectura. Como principales resultados, se observa que el capital cultural es un elemento esencial a
la hora de explicar ambas actividades; además, las bibliotecas son la infraestructura cultural por excelencia en las
pequeñas localidades. Por otro lado, la lectura es una opción plenamente compatible con cualquier otra actividad
cultural.
Palabras clave: formación de preferencias, capital cultural, hábitos culturales, análisis factorial, análisis de correspondencia.
Analysing Reading Habits as an Economic Decision
ABSTRACT
In this paper the theoretical model of consumer’s decision making process is used to analyze attendance to libraries
and reading habits in Spain. We put especial attention to how cultural capital influences the formation of
individual preferences. We use the Spanish Cultural Consumption Habits Survey to estimate two ordered probit
models to determine the factors influencing attendance to libraries and reading habits. We also estimate a count
model to investigate reading intensity. We have found that cultural capital is a key factor in order to explain both
activities and libraries are the main cultural infrastructure in small towns. Finally we can also conclude that reading
could be a complementary activity of any other cultural commodity.
Keywords: preferences, cultural capital, cultural habits, factorial analysis, correspondence analysis.
Clasificación JEL: Z11, D11, D12, C25.
————————
Artículo recibido en octubre de 2008 y aceptado en febrero de 2009.
Artículo disponible en versión electrónica en la página www.revista-eea.net, ref. e-27111.
VÍCTOR FERNÁNDEZ BLANCO Y JUAN PRIETO RODRÍGUEZ
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1. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es evaluar qué factores influyen en una de las actividades
culturales más básicas: la lectura. Si bien desde hace relativamente poco tiempo
está claro que los humanos no somos los únicos animales capaces de crear cultura,
entendida como un conjunto de determinados comportamientos que son
transmitidos entre miembros de una determinada especie mediante el aprendizaje,
la lectura constituye, en cuanto actividad relacionada con el lenguaje articulado,
una de las actividades culturales básicas exclusivas del ser humano. La capacidad
de leer es la base sobre la que se asienta nuestra capacidad de comprender, aprender
y disfrutar de todo tipo de creación intelectual. Asimismo, hay importantes
economías externas generadas por la alfabetización que han sido estudiadas de
manera recurrente en la economía, por ejemplo Gibson (2001), Ferrer et al. (2006)
o Boucekkine et al. (2007).
Al analizar las decisiones de lectura hay que distinguir dos situaciones distintas.
Por un lado, la lectura tiene, en muchas ocasiones, un carácter obligatorio como
cuando la actividad profesional lleva a leer materiales de carácter técnico. En este
caso, puede carecer de carácter lúdico pero seguirá siendo fuente de nuevos conocimientos
e incrementará nuestra experiencia como lectores. De todos modos,
cuando es una actividad obligatoria, la capacidad de decisión del individuo respecto
al uso del tiempo con el objeto de satisfacer sus preferencias queda seriamente
limitada, no sólo por las restricciones habituales (disponibilidades de renta, presencia
más o menos próxima o asequible de actividades alternativas, etc), sino especialmente
porque ahora el tiempo dedicado a la lectura no es el resultado de su
propia elección, sino que, en gran medida, le viene impuesto de manera básicamente
exógena. En estas condiciones, podemos obtener una “solución de esquina”;
es decir, las restricciones a las que se enfrenta el individuo serán tales que,
aunque el nivel de utilidad pudiera ser mayor para cualquier cuantía de lectura distinta,
la disponibilidad de tiempo impedirá modificar el comportamiento lector.
Por otro lado, cuando la lectura compite con otras actividades culturales o de
ocio, el individuo asignará su tiempo intentado maximizar su utilidad, dadas unas
restricciones monetarias y temporales que, si bien en algunos casos pueden llevarle
a una solución de esquina (con un nivel de lectura nulo o máximo), por lo general
no serán tan fuertes y permiten estudiar la asignación del tiempo a la lectura como
una decisión económica. Por ello, el propósito básico de este trabajo es analizar en
términos económicos los hábitos de lectura como actividad cultural destinada a
nuestro disfrute y no ligada a la actividad profesional.
A la hora de indagar en los hábitos de lectura en España nos ha parecido adecuado
estudiar la asistencia a las bibliotecas por varias razones. En primer lugar,
constituyen el equipamiento cultural más común, siendo además predominantemente
de carácter público. Y en segundo, su uso, tanto para el estudio como para el
ocio, está orientado básicamente a la lectura, aunque en los últimos años la disponibilidad
de materiales audiovisuales haya aumentado de manera importante.
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En las decisiones de la lectura, como en otras decisiones de consumo cultural,
influyen no sólo variables económicas como los precios de los diferentes bienes o
la renta de los individuos, sino también sus preferencias. Éstas, a su vez, dependen
de múltiples factores que incluyen desde el entorno familiar, social y geográfico en
el que se ha desarrollado la persona hasta la formación, genérica y específica que
haya recibido. En el caso de los productos culturales, y con independencia de que
se pueda hablar de una inclinación natural al arte, es indudable que la formación de
los gustos (McCain, 1979) es un elemento esencial para entender las decisiones de
consumo corriente y también de inversión pues “un adulto no entrará nunca en un
museo si no lo ha hecho al menos una vez de niño” (Bourdieu, 1979). Por consiguiente,
las preferencias de un individuo son sensibles tanto al consumo realizado
por la sociedad, al menos en aquella fracción en la que se incluye esa persona, y
que denominaremos capital cultural social, como al consumo cultural previo del
individuo, que podríamos denominar capital cultural individual acumulado (Becker,
1996). En este último ámbito la importancia de la formación es clave1, tanto si
nos movemos en el marco de construcción de preferencias definido por un proceso
de aprendizaje por el consumo (Lévy Garboua y Montmarquette, 1996), que ayuda
a evaluar las experiencias previas (Prieto Rodríguez y Fernández Blanco, 2000),
como de adicción racional y preferencias exógenas (Stigler y Becker, 1977) donde
la formación rebaja el coste de la adquisición de la información necesaria para adquirir
un bien o servicio cultural y, por ello, estimula su consumo. De acuerdo con
estos autores, los gustos son estables entre individuos y también en el tiempo y
todos los cambios que podemos observar en el consumo de los individuos no son
el resultado de una modificación en sus gustos, sino de variaciones en los precios y
en la renta.
Aunque en este trabajo no prescindiremos de la educación genérica como variable
de control en el análisis de los hábitos de lectura, pondremos el énfasis en el
capital cultural, que incluye no sólo la formación artística sino también las experiencias
culturales previas, el entorno social y familiar en el que se desenvuelve el
individuo y la dotación de ciertos bienes de capital físico que permiten o facilitan
el consumo cultural.
Con más detalle, se puede sostener que el concepto de capital cultural admite
dos acepciones (Throsby, 1999 y 2001). En primer lugar, nos encontramos con un
concepto económico, agregado, que se ha definido como “un medio para representar
la cultura ... [es en definitiva] un activo que representa, almacena o proporciona
valor cultural además de cualquier otro valor que pueda poseer” (Throsby, 2001
pp. 57 y 59). Rápida y fácilmente podemos vincularlo con otras acepciones más
1 Algunos autores conceden tanta importancia a esta formación que sostienen que, bajo el supuesto de
que la cultura es un bien de mérito y para evitar que la sociedad se escinda entre un grupo mayoritario
que no consumen cultura y otro minoritario de consumidores, apuntan en la dirección de estimular
el consumo de productos culturales durante la infancia y la adolescencia (véase, por ejemplo,
Gray, 1998), mientras otros van más allá y sostienen que “es necesario que los jóvenes consuman
arte, aunque sea por imposición de la familia o de la escuela” (Candela y Scorcu, 2004, p. 35).
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asentadas en la literatura económica como son el capital físico, humano y natural
con los que comparte diversos rasgos comunes como su carácter de variable stock
sometida a posibilidades de depreciación, capaz de generar flujos de servicios y de
aumentar el valor económico.
En segundo lugar, hallamos un concepto de capital cultural que, nacido en el
ámbito de la sociología (Bourdieu, 1986), podemos interpretar como marcadamente
microeconómico, pues su sujeto es el propio individuo y realmente hace referencia
a su “capacidad de adquirir competencia en la cultura de alto nivel de la sociedad”
(Throsby, 2001, p. 62) y que, de un modo sencillo, podemos ligar
estrechamente con el concepto, mucho más consolidado en Economía, de capital
humano (Becker, 1964) del que, en definitiva, podríamos considerarlo una faceta o
perfil concreto. En este sentido, Constanza y Daly (1992, p. 38) definen el capital
humano como el conjunto de “existencias de educación, destrezas, cultura y conocimientos
almacenados en los propios seres humanos”2. Podemos completar la idea
de capital cultural con el concepto de capital personal que el propio Becker (1996,
pp. 7 y ss.) ha acuñado para referirse al consumo y otras experiencias personales,
que afectan a las decisiones del consumidor presentes y futuras.
Por último, igual que se distingue entre capital físico (tangible) y humano (intangible),
el capital cultural también admite esa misma división (Candela y Scorcu,
2004, p.44). y, entonces, hablaremos de un capital cultural tangible (monumentos,
lugares, obras de arte en general, ...) e intangible (ideas, convicciones, valores).
Dado que el objetivo de esta investigación es analizar las decisiones de lectura
de los individuos, nos centraremos en aquellas acepciones del capital cultural de
carácter microeconómico, tanto las que se refieren al capital cultural tangible como
intangible.
Nuestro trabajo se organiza del siguiente modo. En primer lugar, se expone el
marco teórico en el que se inscribe nuestro trabajo para, a continuación, discutir la
información y los datos disponibles, así como la especificación de nuestro modelo
empírico. En cuarto lugar, se exponen los resultados de las distintas estimaciones;
por último, se presentan las principales conclusiones.
2. MARCO TEÓRICO BÁSICO
Como ya se ha comentado, el capital cultural al alcance de un individuo es una
pieza clave en la formación y también en la expresión de sus preferencias a través
de sus decisiones de consumo cultural. En consecuencia, debemos ligar nuestra
exposición con los modelos que explican dicho proceso de formación de los gus-
2 Cuando el capital cultural trasciende la esfera individual y se orienta hacia la relación entre individuos
y grupos sociales y a la formación y funcionamiento de redes se puede superponer al concepto
de capital social (Coleman, 1988) que, sin embargo, ha sido criticado desde el punto de vista del
análisis económico (Arrow, 2000; Solow, 2000) aunque también cuenta con defensores (Becker,
1996; o desde una perspectiva alternativa Bowles, 1999).
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tos. Sin duda, el punto de partida debe ser el modelo propuesto por Stigler y Becker
(1977). De acuerdo con estos autores, el individuo dispone de unos gustos estables
y exógenos que pretende satisfacer, en el marco de una función de producción
doméstica, combinando bienes de mercado, tiempo y su propio capital
humano, entendido como ciertas habilidades apreciativas para valorar los diferentes
productos que componen su cesta de consumo donde se incluyen, sin ninguna
duda, los productos culturales, personalizados en el trabajo citado en el consumo
de música. Las sucesivas experiencias van redefiniendo y aumentando dichas
habilidades apreciativas, lo que permite una reducción del coste (precio sombra)
del consumo futuro. Como resultado, se puede generar un proceso de adicción racional
que, en el caso de la música, es de carácter positivo.
Stigler y Becker (1977), al analizar el consumo de música, plantean una función
de utilidad individual del tipo:
U =U (M,Z) (1)
donde M mide la apreciación de la música, tanto consumida como producida; y Z
la producción y el consumo de otros bienes.
Igual que la satisfacción ocasionada por los demás bienes, la apreciación musical
será el fruto de función de producción creciente en el tiempo dedicado a la música
(tm) y en el capital musical (cultural, si hablamos en términos generales) acumulado
por el individuo (Sm):
( , ) m m m M = M t S (2)
donde
0, 0 y 0 t S tS M′ > M′ > M′′ >
Esta segunda derivada positiva implica que, cuanto mayor sea al capital cultural,
más productivo es el tiempo destinado al consumo musical. Este aumento de la
productividad podría, incluso, ocasionar reducciones en la cantidad del bien cultural
consumido, pues el individuo podría necesitar un menor volumen de producto
para alcanzar el nivel de satisfacción que considere óptimo.
Finalmente, de acuerdo con Stigler y Becker (1977) y Becker y Murphy (1988),
el capital cultural acumulado relativo a la música en un momento j (Smj) dependerá
de la inversión en aprendizaje, que incluye educación genérica y formación específica
en el momento j (Ej), a las que podríamos añadir otras experiencias de consumo
musical previas (Mj−v), otro tipo de capital físico o humano que contribuya al
conocimiento del bien cultural (Kj)3.
3 Becker y Murphy (1988) aportan una extensión dinámica del modelo original de Stigler y Becker
que les permite tener en cuenta la variación en el stock de capital de consumo (cultural) del individuo
incluyendo la posibilidad de depreciación. Puesto que nuestro análisis empírico es de corte
transversal, mantenemos la versión estática.
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(, , ) mj j j j v j S S E M K − = (3)
donde
SE′ > 0, SM′ > 0, SK′ > 0
además, 0, EM S′′ > es decir, cuanto mayor es la inversión en aprendizaje, más productivas
se vuelven las experiencias anteriores.
Este es nuestro marco teórico de referencia y, de ser correcta la hipótesis de
Stigler y Becker, el efecto del capital humano debe ser creciente a tasas decrecientes.
Sin embargo, nuestra hipótesis de trabajo es que, en el caso español, aún no se
ha alcanzado un nivel tal que el aumento de las habilidades apreciativas del individuo
haya llevado a retraer el consumo cultural y, en consecuencia, por término
medio, una mayor dotación de capital cultural conduce a una mayor cantidad de
cultura consumida. Además, podremos identificar qué rasgos socioeconómicos
explican la frecuencia y la intensidad en la lectura como actividad puramente de
ocio. Por último, comprobaremos si el uso de las bibliotecas responde a los mismos
o diferentes patrones que la lectura y si, en definitiva, las bibliotecas son centros
de ocio o más bien lugares para el estudio.
Para contrastar esta hipótesis se han incorporado en los modelos empíricos términos
cuadráticos de las variables de capital cultural. La información utilizada es
la disponible en la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España (EHPCE
02-03, http://www.mcu.es/estadisticas/MC/EHC/2002/Presentacion.html), cuyos
rasgos generales más importantes se comentan a continuación.
3. LOS DATOS Y EL MODELO EMPÍRICO
La Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2002-2003 (EHPCE 02-
03) quiere dar continuidad a la recolección de datos e información sobre el consumo
cultural en España iniciada por SGAE con su Encuesta sobre Hábitos de Consumo
Cultural (Fundación Autor, 2000). El objetivo de la EHPCE 02-03 es “proporcionar
información que permita el conocimiento de la demanda de la población
de actividades de los diversos sectores culturales. Concretamente trata de disponer
de indicadores de participación cultural que permitan estimar y diferenciar: los
hábitos generales de la población respecto a las diferentes actividades culturales;
los niveles concretos de práctica y consumo de actividades y/o productos de este
ámbito; las actividades y las opiniones sobre dichas actividades y sobre su práctica
y los niveles de equipamiento cultural de los que disponen los españoles” (Fundación
Autor, 2005).
La Encuesta ha utilizado una muestra total de 12.180 individuos mayores de 15
años, residentes en España y distribuidos por igual entre hombres y mujeres. Su
periodo temporal comprende ocho trimestres correspondientes a los años 2002 y
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2003. Pero no se ha optado por un estudio longitudinal del mismo colectivo durante
todo el periodo sino que, en cada trimestre, se seleccionaba aleatoriamente una
submuestra diferente4.
Sin embargo, las conductas a las que atiende son muy amplias abarcando no sólo
las principales actividades culturales sino también las facetas más frecuentes del
ocio. En este sentido, dispone de información sobre artes escénicas, música (audición
por diversas vías y compra) consumo de productos audiovisuales, lectura de
libros, prensa y revistas, uso de bibliotecas, asistencia a museos, galerías, monumentos,
y archivos, uso de ordenador e Internet y otras actividades relacionadas
con el ocio (asistencia a parques naturales, temáticos, espectáculos deportivos, etc.)
y las aficiones (hacer fotografía o video, hacer teatro o baile, cantar en un coro,
tocar un instrumento).
Para analizar los factores de los que dependen las decisiones de lectura del individuo
i-ésimo (li), el modelo empírico incluye como independientes aquellas
variables representativas de sus preferencias (preferi), de la restricción presupuestaria
a la que se enfrentan en su decisión (presupi) y de la dotación del capital cultural
de la que dispone (kculturali).
li = αi + βi preferi + δi presupi + φi kculturali + μi (4)
Como variables dependientes, y atendiendo a los criterios expuestos en la introducción,
hemos elegido la lectura de libros no relacionados con la profesión o los
estudios y la asistencia a las bibliotecas. La estructura y disponibilidad de datos
que, para ambas, nos ofrece la EHPCE 02-03 condiciona el modelo econométrico a
estimar. En el caso de la asistencia a las bibliotecas, la EHPCE 02-03 nos aporta
una variable ordenada (biblio) en nueve escalones comprendidos entre acudir
“nunca o casi nunca” hasta hacerlo “más de una vez a la semana”. En cuanto a la
lectura de libros, disponemos de dos alternativas. Por un lado, se pregunta a los
entrevistados con qué frecuencia leen libros no relacionados con sus tareas laborales
o educativas; las respuestas, que van desde “nunca” o “casi nunca” hasta “todos
o casi todos los días”; con ello podemos construir una variable ordenada con seis
valores (lectura). Por otro lado, también disponemos de información sobre el número
de libros leídos durante el último trimestre y con ella podemos construir una
variable de recuento que denominamos nlibtri. Teniendo en cuenta la naturaleza de
estas tres variables dependientes proponemos la estimación de tres modelos distintos.
En primer lugar, dos modelos del tipo probit ordenado que nos permitan descubrir
qué determina la frecuencia en la asistencia a las bibliotecas y la lectura de
libros, respectivamente. En segundo lugar, un modelo de conteo con distribución
binomial negativa, que nos permite estimar los factores que explican la cantidad de
libros leídos al trimestre. Gracias a estos dos modelos alternativos podremos estudiar
no sólo la frecuencia, sino también la intensidad en el hábito de lectura.
4 Por tanto, con la EHPCE no es posible llevar a cabo análisis dinámicos y nuestro modelo empírico
no incluye las experiencias previas del individuo ni la tasa de depreciación de su capital cultural.
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En cuanto a las variables independientes, hemos intentado introducir un amplio
conjunto de ellas que, de una u otra manera, recojan las distintas facetas de lo que
hemos dado en llamar capital cultural. Si dejamos a un lado la educación genérica
que, como se ha comentado anteriormente, utilizaremos como variable de control,
debemos buscar las variables que identifiquen las destrezas y conocimientos acumulados,
así como otros elementos físicos que facilitan el consumo de los productos
culturales seleccionados.
Nuestra principal estrategia ha sido formar con ellas conjuntos homogéneos de
modo que se obtengan aproximaciones explícitas al capital cultural5. Esta agrupación
se ha realizado mediante técnicas de análisis factorial y análisis de correspondencia
que resuman en una única dimensión toda la información contenida en
cuatro grupos de variables que han sido seleccionados previamente de modo que
integren vectores homogéneos. Esto nos permite diferenciar cuatro factores distintos
que recogen, respectivamente:
• La dotación de equipamiento doméstico relacionado con el consumo cultural
(cámaras de video y fotografía, acceso a Internet, …), es decir, el componente
físico del capital cultural.
• Las prácticas culturales activas (participar en coros, grupos de baile, teatro,
danza, etc.), que reflejan las aptitudes y capacidades del individuo orientadas
al campo de la cultura.
• La matrícula en el último año en cursos de carácter cultural, lo que cubre la
formación cultural específica corriente.
• La asistencia a otras actividades culturales y de ocio.
Esta última categoría está definida con un criterio amplio pues abarca desde la
asistencia a exposiciones o a la ópera hasta acudir al circo o, incluso, a los toros.
Este grupo de variables aglutina prácticas que se caracterizan por ser “pasivas” y
por realizarse fuera del hogar y que, por tanto, pueden ser actividades sustitutivas
del ocio en el hogar, en el que se sitúa la lectura. En cualquier caso, toda vez que el
consumo de productos culturales de todo tipo aumenta nuestras habilidades y eleva
nuestra información reduciendo la incertidumbre y el riesgo, también es posible
que exista una relación de complementariedad entre las actividades englobadas en
este factor y la lectura. Este carácter dual, complementario o sustitutivo, alcanza
también a las prácticas culturales activas pues compiten por el tiempo con las prácticas
lectoras o la asistencia a las bibliotecas. En ambos casos, cuál de los dos efectos
resulta más importante es una cuestión a la que se tratará de dar respuesta en
este trabajo.
Finalmente, hemos incluido otras variables socioeconómicas habituales, entre
las que se incluye el nivel educativo y otras características del entorno familiar,
5 También hemos realizado estimaciones considerando todas estas variables de manera individualizada
y desglosada. Estas estimaciones están a disposición de los interesados.
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que pretenden controlar las preferencias y restricciones económicas del individuo6.
Todas las variables utilizadas se definen en la Tabla A1
4. RESULTADOS
En primer lugar, se presentan los resultados de los análisis factorial y de correspondencia.
Ambos son técnicas de análisis multivariante no causal y su propósito
es explicar la varianza total de un vector de variables. El análisis factorial posee la
ventaja de ser una técnica muy conocida y adecuada cuando se pretende reducir la
dimensionalidad de la matriz de datos, es decir, cuando se quiere resumir la información
de un vector amplio de variables en un grupo más pequeño y manejable de
factores; sin embargo, presenta problemas al aplicarla a vectores integrados exclusivamente
por variables ficticias; en este caso, es preferible usar la técnica de análisis
de correspondencia (Benzécri, 1992). En nuestro caso, se pretende resumir en
un solo factor la información de cada uno de los cuatro vectores de variables que
representan las cuatro dimensiones apuntadas del capital cultural. Estos cuatro factores
serán incorporados como variables explicativas en los modelos de lectura y
asistencia a bibliotecas estimados a continuación.
Para agrupar las variables relativas al equipamiento en el hogar en un solo factor,
se realizó un primer análisis factorial utilizando la información relativa al número
de televisores en el hogar (ntv); conexión gratuita a televisión por cable
(tvcabgratis); conexión de pago a televisión por cable (tvcabpago); televisión vía
satélite gratuita (tvsatgratis); televisión vía satélite de pago (tvsatpago); número de
cámaras fotográficas (ncamfotos); tenencia de cámara de video (camvideo); tenencia
de proyector de diapositivas (pdiapositiva); número de libros (nlibros); enciclopedia
en papel (encicpapel); enciclopedia electrónica (encicCD); número de
instrumentos musicales (ninstrumentos); número de ordenadores (nordenadores) y,
finalmente, conexión a Internet (internet). Los resultados de este modelo se presentan
en la Tabla 1.
El valor propio (“eigenvalue”) de cada factor captura su varianza, mientras que
la columna de proporciones nos indica qué parte de la varianza total viene explicada
por ese factor, calculada como el cociente entre el valor propio del factor y la
varianza total del vector de variables. Como se puede apreciar, al utilizar el análisis
factorial sobre las variables de capital cultural físico incluidas en la EHPCE 02-03,
el primer factor explica más del 54% de la varianza total; mientras que el segundo
factor sólo explica el 12%. Teniendo en cuenta este resultado, hemos llamado kfísico
a este primer factor y lo hemos incluido como variable independiente en los
modelos de lectura.
6 Algunas de estas variables, como por ejemplo los estudios, también pueden contener ciertos aspectos
de capital cultural, aunque preferimos considerarlos separadamente pues recogen la formación
genérica del individuo y están positivamente correlacionados con su renta (variable de la que no se
dispone), que también se aproxima utilizando la relación con la actividad económica.
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TABLA 1.
Análisis factorial para el equipamiento del hogar (capital físico).
En la segunda parte de la tabla, debajo de los valores propios, nos encontramos
con la contribución (o peso) de cada una de las variables a la formación de kfísico
Además, se presenta también la medida de adecuación de la muestra de Kaiser-
Meyer-Olkin que compara los valores de los coeficientes de correlación observados
con los coeficientes de correlación parcial y el test de esfericidad de Bartlett.
La medida agregada de Kaiser-Meyer-Olkin para este primer análisis factorial indica
que el vector utilizado de variables es adecuado para realizar el análisis factorial
de manera correcta7. Por otro lado, la prueba de esfericidad de Bartlett es significativa
en todos los casos, pudiendo rechazarse la hipótesis nula de que las
variables implicadas en cada uno de ellos no están correladas.
En segundo lugar, se trató de agrupar la información relativa a la participación
activa en actividades culturales. Para ello, se utilizaron las siguientes variables:
realización de alguna arte plástica (artplasticas); tocar algún instrumento musical
7 De acuerdo con George y Mallery (1995) el índice de Kaiser-Meyer-Olkin deberá tomar valores
superiores a 0,5.
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(instmusical); cantar en un coro (coro); escribir poesía, cuentos, novelas, artículos
(escribir); realización de fotografía (fotografia); hacer video (video); hacer teatro
(teatro) y practicar danza (danza). Puesto que todas ellas son variables ficticias, se
procedió mediante un análisis de correspondencia.
Como puede observarse en la Tabla 2, la primera dimensión de dicho análisis
acumula el 86% de la inercia. A la variable que recoge los valores esperados de
esta dimensión para los individuos en la muestra se la ha denominado pcultact y,
como en el caso anterior, se ha incluido como variable independiente en los modelos
de lectura.
TABLA 2.
Análisis de correspondencia para la práctica cultural activa.
La Tabla 3 recoge los resultados del análisis de correspondencia aplicado a las
variables dicotómicas de la EHPCE 02-03 sobre la matrícula actual en cursos de
formación artística (mcforart), de lenguas extranjeras (mclenguaext), de lenguas
vernáculas (mclenguavern), de informática (mcinformatica) y en cursos sobre deporte
(mcdeporte).
Dado que la primera dimensión recoge casi el 86% de la inercia total del vector
de variables observadas, se ha considerado adecuada para sintetizar la información
de estas cinco variables en una nueva denominada kartistico.
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TABLA 3.
Análisis de correspondencia para la formación artística corriente.
Finalmente, la Tabla 4 recoge los resultados referentes a la construcción de un
factor representativo de las variables sobre asistencia a actividades culturales y de
ocio como la asistencia a artes escénicas, visita a monumentos, exposiciones de
arte y museos, parques temáticos y zoológicos, toros, ferias, circos, conferencias,
etc. La definición de estas variables está recogida en el Anexo.
Como puede observarse, la medida de idoneidad de Kaiser-Meyer-Olkin toma
un valor medio muy superior a los valores críticos normalmente utilizados. El primer
factor recoge algo más de la mitad de la varianza total pese a que el análisis
factorial se está aplicando a un vector de 21 variables8. Todas ellas tienen pesos
positivos, pero destaca el hecho de que la asistencia al teatro, museos, monumentos
y galerías de arte son las variables que mayor peso tienen en la construcción de
este factor, que recoge la participación pasiva en actividades culturales (pcultpas).
Una vez construidos las variables que agrupan el capital cultural, se han introducido
en los tres modelos propuestos para analizar los determinantes de la lectura
y la asistencia a las bibliotecas. Como se ha indicado anteriormente, también se
han estimado modelos en los que se incluye una especificación cuadrática de los
factores que recogen el capital cultural. El signo negativo de los coeficientes estimados
para los valores al cuadrado indicará que el efecto del capital cultural sobre
la lectura y la asistencia a las bibliotecas es positivo pero decreciente, lo que sería
consistente con el modelo de Stigler y Becker.
8 Como ya se ha mencionado, nuestra intención es resumir toda la información de las variables en una
única dimensión. Por este motivo, en este caso hemos elegido únicamente el primer factor pese a
que el segundo también presenta un valor propio superior a la unidad.
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TABLA 4.
Análisis factorial para otras actividades culturales y de ocio.
Para todos los modelos estimados, las pruebas estadísticas de significatividad
conjunta muestran una calidad general de las estimaciones adecuada. En el caso de
los modelos probit ordenados, hemos podido comprobar, además, que las personas
detrás de cada una de las posibles respuestas forman grupos estadísticamente diferenciados.
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TABLA 5.
Modelos de lectura y asistencia a bibliotecas.
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TABLA 5 (Continuación)
Modelos de lectura y asistencia a bibliotecas.
* p < 0.10, ** p < 0.05, *** p < 0.01.
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En cuanto a los resultados más concretos de nuestras estimaciones, podemos
comenzar diciendo que, en general, coinciden con los obtenidos en múltiples estudios
internacionales9. En todos los modelos, la variable mujer resulta estadísticamente
significativa y muestra una influencia positiva que indica que las mujeres
acuden con más frecuencia a las bibliotecas y leen más y más a menudo que los
hombres, un resultado que corrobora los hallazgos de Kurabayashi e Ito (1992),
Gray (2003), Kane (2004) o Ateca (2008). Además, según se deduce del modelo
de conteo, por término medio, una mujer lee 1,2 libros más al año que un hombre
de iguales características. La edad presenta algunas diferencias entre modelos. Por
un lado, hay una relación en forma de U invertida entre la edad y la lectura, tanto
en frecuencia como en intensidad, que va creciendo hasta que el individuo se acerca
al final de la edad mediana (o de la vida activa) (el máximo se sitúa entre los 53
y los 62 años). Por el otro lado, el uso de bibliotecas cae con la edad en todo el
tramo de edad relevante (el máximo se alcanza en los 7 años), aunque su nivel de
significatividad es mucho más débil. En consecuencia, podemos decir que la lectura
es una actividad sostenida y creciente durante la mayor parte de la vida adulta;
sin embargo, acudir a las bibliotecas es una actividad propia de los más jóvenes,
sin duda porque está estrechamente vinculada con las tareas propias de los estudios,
como se comenta a continuación10.
Tal y como cabía esperar y en sintonía con múltiples estudios internacionales
(Gapinsky, 1981; O’Hagan, 1996; Gray, 2003; Lewis y Seaman, 2004; Ateca,
2008), la educación tiene una influencia positiva y estadísticamente significativa
en las dos actividades analizadas, de manera que quienes más van a las bibliotecas
y más a menudo e intensamente se dedican a la lectura son las personas con estudios
universitarios, pues observamos cómo el tamaño de los coeficientes va creciendo
con el nivel educativo, siendo con mucho los asociados con la educación
superior los más altos en todas las estimaciones realizadas11. Así, por ejemplo, una
persona licenciada leerá, en promedio, casi dos libros más por trimestre (o siete
libros más al año) que aquella que carece de estudios reglados. Este efecto positivo
de los estudios podría deberse a la existencia de un efecto renta positivo asociado
al nivel educativo o podría recoger el efecto de la formación genérica explícitamente
incorporado en el modelo de Stigler y Becker (1977). Dado que no se dispone
de información sobre los ingresos de los individuos, resulta imposible separar
ambos efectos.
Aunque cabría esperar que las responsabilidades familiares tuvieran asociado
un aumento del coste de oportunidad de la lectura y de la asistencia a las bibliote-
9 Seaman (2005) ofrece una revisión general de estos estudios.
10 Diversos estudios internacionales (Baumol y Bowen, 1966; Kurabayashi e Ito (1992), Prieto Rodríguez
y Fernández Blanco (2000); López Sintas y García Álvarez (2002); Gray (2003), Borgonovi
(2004), entre otros) han constatado que el mayor consumo cultural se asocia normalmente con
las personas jóvenes o de mediana edad.
11 El signo positivo y significativo de todos los niveles de estudio considerados en prácticamente
todas las especificaciones es absolutamente lógico si tenemos en cuenta que como categoría de referencia
hemos empleado las personas sin estudios.
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cas, no se ha estimado un efecto significativo para las variables que representan la
situación familiar del entrevistado. En el caso de la lectura sólo encontramos un
efecto positivo en el caso de los solteros que viven en su propia casa, solterosolo,
reforzando, aunque sea tímidamente, la idea de que las menores responsabilidades
facilitan el consumo de productos culturales intensivos en tiempo y atención, como
es el caso de la lectura. Respecto a la asistencia a las bibliotecas, no hemos identificado
ningún efecto significativo, posiblemente debido a que los estudios y la
edad recogen el efecto positivo que, en principio, cabría esperar asociado a los
solteros y a las personas que carecen de responsabilidades familiares que, en general,
se hallan en los estratos inferiores de la pirámide de población, con niveles
medios de formación más altos12.
La situación laboral permite más de una interpretación. Sin duda, igual que sucede
con los estudios, es un indicador del nivel de la renta de los individuos pero,
por otro lado, también recoge sus disponibilidades de tiempo y, simultáneamente,
el coste de oportunidad con él asociado. A la vista de los resultados obtenidos en
nuestras estimaciones, parece que predomina esta segunda orientación, o lo que es
lo mismo, el efecto sustitución parece predominar sobre el efecto renta cuando la
restricción presupuestaria se desplaza con los cambios asociados a la situación
laboral de los individuos. Este mayor efecto sustitución genera, por ejemplo, que
estar ocupado reduzca significativamente la probabilidad de acudir a las bibliotecas
y la frecuencia e intensidad de lectura, pues afecta negativamente al número de
libros leídos al trimestre (0,15 menos que la categoría de referencia), pese a que los
ocupados tengan niveles de renta, tanto monetaria como real, significativamente
mayores que los individuos no ocupados. Este efecto sustitución desincentivador
sobre el número de libros leídos lo encontramos también entre aquellos que hemos
incluido en la categoría de otros inactivos (otroinactivo) que leen hasta 0,66 libros
menos cada trimestre y, en lo que se refiere a acudir a las bibliotecas, entre quienes
se dedican a las tareas del hogar. En resumen, aquellas personas con más actividad
y, en consecuencia, con un coste de oportunidad de su tiempo más elevado ven
disminuir sensiblemente su actividad lectora y muy especialmente su presencia en
las bibliotecas, una posibilidad está última especialmente intensiva en tiempo. En
el otro extremo nos encontramos con los jubilados que tienen una restricción presupuestaria
con una pendiente muy pequeña, es decir, sus ingresos monetarios
cambian poco con el ocio. En consecuencia, el efecto sustitución asociado al coste
de oportunidad del tiempo es el más bajo y responden consumiendo más lectura y
bibliotecas que el resto. La única excepción son los estudiantes en lo que respecta
al uso de bibliotecas donde, como cabía esperar, la probabilidad de asistencia crece
de manera muy sensible. Pero, por otro lado, ser estudiante no tiene efecto sobre la
actividad lectora no relacionada con el estudio, reforzando otras señales que nos
apuntan en la dirección de que la lectura no forma parte, ni mucho menos, de las
prioridades de ocio de los jóvenes.
12 Upright (2004) también ha constatado el efecto de las responsabilidades familiares sobre el consumo
de cultura.
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El tamaño del municipio de residencia del individuo también es un factor relevante,
sobre todo en el caso de las bibliotecas. Aquí podemos ver cómo la probabilidad
de acudir es cada vez menor en municipios por encima de los 30.000 habitantes.
Este resultado apunta que en los núcleos de población pequeños la biblioteca
es algo más, es un centro cultural que muy a menudo ofrece otras posibilidades
culturales que van más allá de la lectura o el estudio. En los pueblos pequeños la
biblioteca es la infraestructura cultural por excelencia, polivalente y, en ocasiones,
única, aunque también a menudo existen otros equipamientos polivalentes como
polideportivos o centros sociales que, eventualmente, pueden dar cobertura a actividades
de carácter cultural. Por otra parte, también se observa que la frecuencia en
la lectura es mayor en las ciudades más grandes aunque no se observan diferencias
en cuanto al número de libros leídos al trimestre.
Finalmente, corroborando nuestra hipótesis, el capital cultural estimula tanto la
lectura como la asistencia a las bibliotecas, y lo hace en las cuatro facetas del mismo
que hemos considerado, aunque con algunas diferencias reseñables. Así, mientras
que el capital cultural físico (kfísico) y el acumulado fruto de otras experiencias
culturales y de ocio (pcultpas) influyen tanto en la lectura como en la
asistencia a las bibliotecas, la formación artística corriente (kartístico), que claramente
se corresponde con una actividad de estudio, influye positivamente sobre la
frecuencia con la que se acude a las bibliotecas y no afecta significativamente ni a
la intensidad ni a la frecuencia de la lectura. Las prácticas culturales activas (pcultact),
que raramente suponen un estudio de carácter reglado y se realizan como
actividades de ocio, también afectan positivamente a la lectura y al uso de las bibliotecas
aunque, es este caso, esa variable sólo resulta significativa al 10%. Como
ya se ha comentado previamente, para los tres modelos se ha estimado una especificación
cuadrática de los efectos de los factores representativos del capital cultural.
En todos los casos en los que el efecto lineal es positivo y significativo se observa
que el efecto cuadrático también es significativo pero negativo, es decir, se
estiman rendimientos decrecientes de los componentes del capital cultural, lo que
supone evidencia empírica a favor de las hipótesis del modelo de Stigler y Becker
(1977). Además, nuestro resultado apunta que las prácticas culturales activas se
comportan más como complementarios que como sustitutivos de la lectura.
El efecto positivo, aunque decreciente, sobre la lectura y la asistencia a bibliotecas
de la participación pasiva en actividades culturales y de ocio apunta a la idea
del consumidor omnívoro, es decir, aquel que está abierto a consumir cualquier
tipo de producto cultural o de ocio en general, y que explicaría el carácter de bienes
complementarios que, de acuerdo con nuestras estimaciones, corresponde al
consumo de esas otras actividades culturales y recreativas recopiladas en nuestro
factor. Otra interpretación, que también puede encontrar un cierto refrendo, es el
carácter de las bibliotecas como infraestructura cultural básica, particularmente en
los pequeños municipios. Asimismo, es posible que los individuos estén utilizando
las bibliotecas como centros de información que les permitan orientar sus decisiones
de ocio. En definitiva, el consumo de otros productos culturales resulta muy
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relevante si pensamos en términos de mejora en nuestra eficiencia y capacidad de
apreciación, así como de un proceso dinámico de formación del gusto a favor de la
lectura.
La lectura de libros también parece particularmente reforzada por la dotación de
capital cultural físico de la que disponga el individuo. Este resultado parece bastante
lógico. Puesto que la lectura se desarrolla fundamentalmente en el hogar, parece
muy sensato pensar que cuanto mayor sea la dotación de elementos de los que dispone
el individuo mayores son sus posibilidades de consumo cultural en general,
así como también indica una mayor intensidad en las preferencias personales por el
ámbito de la cultura, más allá de un posible efecto renta.
5. CONCLUSIONES
En este artículo estudiamos los determinantes de las decisiones individuales de
lectura y asistencia a las bibliotecas en España. Hoy en día, cualquier persona tiene
a su alcance una amplia gama de bienes y servicios con los que satisfacer sus inquietudes
de carácter cultural. Entre todos ellos hay uno, la lectura, que, de una u
otra manera, siempre encontramos en la base del consumo de cultura como una
actividad independiente en sí misma o como parte necesaria para la ejecución de
cualquier otra, ya sea como fuente de formación o de información que, de un modo
u otro, condiciona nuestras elecciones.
Nuestra intención no es acercarnos a la lectura como instrumento imprescindible
del proceso educativo, sino como actividad de ocio puesto que es en este caso
donde las decisiones básicas de qué y cuánto leer no están condicionadas por ninguna
imposición exterior sino por la propia estructura de las preferencias del individuo.
Por consiguiente, la respuesta a esas preguntas podremos buscarla con la
ayuda del método económico. Paralelamente, hemos querido completar nuestro
estudio extendiéndolo al uso de las bibliotecas. El motivo es doble. En primer lugar,
parece especialmente oportuna esta combinación si tenemos en cuenta que la
lectura es todavía la actividad clave que se desarrolla en las bibliotecas, tanto si se
acude por razones de estudio como por otras meramente culturales o recreativas.
En segundo lugar, es el equipamiento cultural público por excelencia y aún resulta
una pieza clave en el diseño de las políticas de incentivo a la lectura y un instrumento
imprescindible en la formación de los ciudadanos fuera de los propios centros
educativos.
Nuestro marco teórico es el modelo de Stigler y Becker (1977) donde las decisiones
de consumo de un bien cultural dependen de manera crucial de la capacidad
de apreciación de la que dispone el individuo y que, a su vez, está condicionada
por su capital cultural donde se incluye la formación, el entorno social y familiar,
la dotación de capital físico relevante para el consumo y las experiencias previas,
tanto respecto al producto en cuestión como a otros productos de carácter cultural
y que pueden intervenir como bienes complementarios o sustitutivos.
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Para el análisis empírico hemos acudido a la Encuesta de Hábitos y Prácticas
Culturales en España (EHPCE 02-03) que aporta información sobre la frecuencia
de uso de bibliotecas y de lectura de libros no relacionados con el estudio o la actividad
profesional, así como también cuántos ha leído cada persona durante el último
trimestre. Pero, además, la EHPCE 02-03 también nos suministra datos sobre
un amplio número de variables que, en principio, podríamos agrupar bajo la rúbrica
de capital cultural. Sin embargo, para facilitar el análisis de su impacto hemos
procedido a clasificarlas en cuatro vectores que recogen cuatro aspectos distintos
del capital cultural. A partir de ahí, hemos aplicado técnicas de análisis factorial y
de correspondencia que nos han permitido resumir toda la información contenida
en cada uno de esos vectores en un sólo factor o variable representativa.
En una fase posterior, se han estimado dos modelos probit ordenados para analizar
la frecuencia de uso de bibliotecas y de lectura y, también, se ha estudiado su
intensidad mediante la aplicación de un modelo de conteo basado en el número de
libros leídos por los individuos. El primer resultado que merece ser destacado es
que la dotación de capital cultural en todas sus facetas, pero muy especialmente en
el acumulado a través experiencias de consumo cultural, resulta una pieza clave en
la definición de las preferencias y de la capacidad de apreciación de los diversos
productos culturales, en general, y de la lectura y el uso de las bibliotecas, en particular.
Asimismo, el efecto del capital cultural es creciente pero a tasas decrecientes,
confirmando empíricamente las implicaciones del modelo teórico de Stigler y
Becker.
La asistencia a las bibliotecas está estrechamente ligada al estudio y en menor
medida con actividades estrictamente culturales y recreativas; por consiguiente,
viene asociada a una tarea a la que podemos atribuir un carácter “obligatorio”, de
modo que en las decisiones de consumo pesan más determinantes de carácter exógeno
a las propias preferencias del individuo. De manera coherente, los grandes
usuarios de las bibliotecas los encontramos entre los individuos más jóvenes y, por
supuesto, entre los estudiantes mientras que las variables de responsabilidad familiar
no tienen peso significativo. Las personas ocupadas y que realizan labores del
hogar acuden menos a las bibliotecas seguramente porque el estudio no es fácilmente
compatible con otro tipo de actividad a tiempo completo. En definitiva,
nuestro análisis consolida la imagen de las bibliotecas como un lugar de estudio
antes que de lectura.
De acuerdo con nuestros resultados, podemos aventurar que las bibliotecas son
hoy por hoy una infraestructura cultural básica en los municipios de menor tamaño,
por debajo de los 30.000 habitantes, donde es algo más que una sala de estudio
o de consulta y se ha convertido en el espacio óptimo, y en algunas ocasiones único,
para el desarrollo de la mayoría de las actividades culturales comunitarias.
Hemos identificado una diferencia de género a favor de la mujer en la asistencia
a las bibliotecas, que resulta aún más acentuada en el caso de la lectura: las mujeres
leen más y más a menudo que los hombres. Aunque la lectura es una actividad
que se extiende prácticamente a lo largo de todo el ciclo vital, disminuye sensiANÁLISIS
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blemente en los dos extremos de la distribución de edades. En el caso de los más
jóvenes, el ocio tiene cada vez más carácter audiovisual y las políticas tradicionales
de estímulo a la lectura parecen no resultar del todo eficaces. Por otro lado, las
cohortes de población superiores posiblemente no han sido una diana a la que se
han dirigido las medidas de incentivo de la lectura, lo que no es obstáculo para
reconocerlas ya como un núcleo digno de atención, especialmente teniendo en
cuenta el aumento de la esperanza de vida y los efectos positivos que la lectura
genera no sólo en el ocio sino también en el mantenimiento de nuestras capacidades
cognitivas.
Finalmente, los lectores son consumidores culturales omnívoros. Pese a que, en
teoría, compite a la hora de asignar el tiempo con el resto de actividades culturales
y de ocio, la lectura no entra en conflicto con ninguna otra actividad cultural activa
o pasiva, sino que resulta complementaria con todas ellas. Si buscamos algún argumento
que explique este consumo conjunto, quizás debamos fijarnos en que la
lectura cumple el papel de fuente de información que reduce la incertidumbre asociada
con el consumo de productos que, como los culturales, tienen la característica
de ser bienes de experiencia.
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TABLA A1.
Definición de las variables.
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TABLA A1 (Continuación)
Definición de las variables.
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