viernes, 21 de mayo de 2010

NO ES CUESTIÓN BALADÍ

En la vida hay algunas circunstancias que se consideran ineludibles para el desarrollo social, emocional y cultural de las personas. Solo así evitaríamos ser unos impersonales borregos en medio de la manada, o los circunspectos cavernícolas de algún valle recóndito n la n oche de lso tiempos. Las normas, cuando son consensuadas, conforman el alma de esta lógica universal y a todas luces verdadera. No es ponerse trascendental en exceso, solo cuestión de ratificar al individuo y, su agregado, la sociedad, como cuerpos geométricos imperfectos, por complicados, reales y tantas veces irracionales, a los que se consideramos ajenos a las leyes físicas o de la naturaleza y torneados en cambio por las humanas y divinas. Todo por un exceso de antropocentrismo, por pensar recrear al género “Homo” que habita sobre la tierra como el ser mas evolucionado, parido del barro y la saliva del Creador a imagen y semejanza suya... Si aprobamos esta postura creacionista, topámonos de frente, de bruces, con una sensible paradoja. O muy malo era el artista, o el lodo, como materia primigénita, pasaba de la fecha y caducado perjudicó el molde y así salió el pastel. La honesta verdad “ye” que somos un animal más, al que se le apellida “racional” pero que, como desde hace años se estila entre los “chic” ha tornado el orden de los mismos y olvida este apellido enterrándolo a la cola del de sus antepasados. Pero desgraciadamente, a corolario de todo, no somos más que un eslabón en la cadena alimenticia; eso si, que puede devorar a unos cuantos bichos pero aunque nos “ªjoda” y no queramos creerlo, cerrando los ojos, como para no verlo, constituimos un suculento plato y manjar al gusto de muchos depredadores más aptos para la caza. Por ello, los primeros homínidos - si aquellos mismos que según las recientes investigaciones en el yacimiento “Del Sidrón” en Piloña, pudieron cruzarse con el, primo más próximo, hermano Neandertal - comprendieron que la solución era vivir en clanes, que con el paso del tiempo mutaron en sociedades más complicadas de cazadores, tribus, jefaturas e imperios agrarios. Como Desmond Morris sentenciaba somos como un mono desnudo. Y esta bestia ancestral necesita un compendio de normas sociales para vestirse y tapar sus vergüenzas morales, que no físicas – nada pecaminoso hay en un cuerpo desnudo -. Pensad que somos el único animal que no solo mata por placer a otras especies, sino que se deleita haciéndole la “puñeta”, paladeado el sufrimiento y el sabor de la carne de sus semejantes.
Una vez queda supuestamente entendida la necesidad de las normas sociales, interesa que se cumplan, es decir que los individuos nos socialicemos. Tarea que se comienza en la más tierna infancia y, pese a lo que algunos piensan y nos quieren hacer creer, no se completa nunca, porque es bien asimilable a la propia Historia del hombre y a resultas, llegar a la conclusión de que cuanto más lees más consciente eres de lo insignificante de tu existencia, pero esa percepción es la que nos hace seres humanos caoaces. Es por todo una actividad ineludible, a raciones iguales, para familias y todos los que de alguna manera formamos parte del Sistema Educativo. Éste es un cuerpo legal que reúne objetivos formativos, capacidades necesarias y habilidades a desarrollar para que los seres humanos, conjunto de carbono, agua y sales minerales, nos transformemos en elementos constitutivos de la sociedad. Seres autónomos pero imbricados con las instituciones y organismos con el fin de crear modelos mas justos, libres y responsables, a la vez que estables, para evitar el retorno a las cavernas. Como preámbulo de la formación en capacidades, todo sistema educativo debe entender a la socialización de los niños, como principio inexcusable. Es la llave maestra que permite a posteriori positivar una educación secundaría, universitaria o profesional con garantías, sino sería lo mismo que tirar agua a un pozo sin fondo o querer meter todo el agua del mar en un “gua” como si sus frías gotas fuesen canicas.
Llegados a este punto y entendiendo que una norma de esta calado debe ser aprobada por todos los españolitos, verbigracia de sus representantes, los padres de la patria, un humilde enseñante, como el que os aburre ahora mismo, se hace varias preguntas: ¿Por qué quién debiera no hace lo posible por conminar sus aprestos para limar las diferencias a ultranza y asentir ante la necesidad de dar forma a lo que puede ser el futuro de una sociedad libre y civilizada?. La pena es no darse cuenta que las diferencias políticas deben dejarse de lado, de una vez, cuando tratamos aspectos consustanciales de capital importancia. Recuerdo, a nuestros queridos políticos, la fábula de las liebres y los podencos, que por si alguno la ha olvidado, y para nuestros “peques” iba más o menos de un par de liebres - ¿o eran conejos? - que se estaban tomando unos “cubatas” - ¿o era zumo de zanahoria? - a la puerta de su madriguera - ¿o a la de una “disco”? Y sintieron unos amenazadorees ladridos en la lejanía, comenzaron entonces a disertar sobre si eran galgos o podencos y lo descubrieron cuando sintieron las mandíbulas en sus pescuezos - ¿ fue en sus gargantas? -. Esperemos no llegar a tanto. Mientras tanto, Carpe diem, amigos.
Heri Gutiérrez

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