sábado, 24 de julio de 2010

CÓDIGO GENÉTICO Y SER HUMANO

Hace unas semanas un periódico de tirada nacional, especializado en información deportiva, reseñaba un interesantísimo artículo sobre la posible relación entre los códigos genéticos y las victorias deportivas en los humanos. La discusión se centraba en la superior capacidad genética de los velocistas negros sobre el resto de colegas del tartán. Cierto es, que hasta hace unos días ningún blanco había roto la barrera de los diez segundos; el genio del prodigio en francés de veinte años Christophe Lemaitre que hizo 9,98 aún lejos de las hazañas de Usain Bolt. Pero vayamos al tajo; los investigadores Edward Jones y Jordan Charles postulan una conexión racial entre genética y resultados deportivos, que se fundamenta en un conjunto de evidencias físicas que revelan las diferencias entre blancos y negros, por ejemplo la superior altura del centro de gravedad que permite correr más económica y eficazmente. De haber quedado así este estudio, significaría un sesgo étnico que nos llevaría a la peligrosa discriminación racial... Pero en cambio, abren el campo a la interacción del organismo, como conjunto humano, con el entorno. Así no solo somos resultado de unos genes heredados, que significaría una relativización extrema del individuo como conjunto de átomos que se atraen y repelen entre si; ni tampoco del ADN que si por contra da más información que las unidades antes descritas, pero igualmente insatisfactoria . Por que es el roce y contacto con el entorno, lo que los antropólogos llama juego autpoiético, el que nos da o quita posibilidades de desarrollo. El medio ambiente es modificado y también modifica conductas – recomiendo el libro de Franz Boas “ Textos de Antropología” y su capítulo dedicado a los esquimales -. En la misma linea podemos incrustar los estudios de otro antropólogo, Nigeriano éste y especializado en la Educación, John Ogbu quien consideraba que el fracaso de las minorías étnicas de hispanos y afroamericanos en USA se debía, no a las capacidades innatas o genéticas – quizás incapacidades - , sino a la falta de “modelos” de su misma raza y ambiente que les sirviesen para salirse de los guetos en los que malvivían y mejorar así en la escala social. Si seguimos en esta tesis y si, de vez en cuando, veis alguna prueba de atletismo, partidos de baloncesto, fútbol americano...reconoceréis que la mayor parte de los deportistas son “afros” igual, pero diferente – por que los actuales están “asimilados” por el sistema - que los chicos del “Black power” en los Juegos Olímpicos de México cuando John de Carlos, Tommy Smith, Lee Evans que fueron campeones en sus respectivas prueba de velocidad y fieles seguidores de las ideas de Martin L. King, Bobby Seale y sus “Panteras Negras” en contra de la segregación racial. El ser humano es más que un conjunto de hebras genéticamente adquiridas, afortunadamente. Es el compendio de toda una evolución, a través del tiempo, de nuestra especie asimilada a diferentes entornos y circunstancias que verifican una riqueza multicultural que no debe servir para esquilmar o segregar a nadie. En continua evolución. Por cierto, desde el punto de vista de antropólogos y filósofos, el término evolución no significa avance hacia el progreso o la mejora como resulta en el caso de otros profesionales, que quedamos cegados y obcecación, como nos ocurre a los economistas o a los “pseudoprofesionales” que conforman las huestes que se dedican a la Política. Ellos son más “abiertos”, puesto que el “acto” evolucionar puede describir direcciones y sentidos distintos, como los radios de una circunferencia, o más poético, como la rosa de los vientos. Así todas las sociedades evolucionan y del mismo modo sus culturas son igualmente respetables, loables y al unísono interesantes. No me quiero despedir sin un reconocimiento personal, desde estas páginas, hacia la selección Uruguaya de fútbol que ha destinado sus dietas recientes del Mundial de Sudáfrica para crear un fondo que fomente la Educación y el Deporte de los niños más desfavorecidos de su país. ¡Olé por Forlán y sus colegas!. Un poco más al norte, allá en Centro América, hay un pequeño país llamado Costa Rica que desde mediados del siglo pasado ha evolucionado hacia una República sin ejército. Sí, como lo oís, sin soldados que peguen o reciban tiros. Como siempre; Carpe Diem, amigos

Heri Gutiérrez García.

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