sábado, 25 de septiembre de 2010

NI EN MIS PEORES PESADILLAS


A veces, cuando metes tus pupilas entre las páginas de un periódico, un sobresalto te recorre la espalda, como si os gélidos dedos de la parca te hubiesen señalado. Un ejemplo, el análisis que el el catedrático de la Universidad Ramón Llul, Santiago Niño ha vertido, a modo de agorero, sobre sus expectativas reales de salir de una crisis, que para él aún no ha empezado. Como economista, debo admitir que existen algunos instrumentos, premisas, variables y datos que he de reconocer, maneja a la perfección. Más allá de eso, humildemente creo que es un paroxismo aterrador, en cuanto que parece pretender atemorizar o, en el mejor de los casos, vender más ediciones – va por la quince - de su libro “El Crash del 2010”, siendo el éxito del mismo, su capacidad de predicción un año antes de la fecha del lomo. Al pormenorizar más sobre sus proposiciones, en algún foro televisivo, aseguro que llegó a la conclusión, después de duros análisis del Producto Interior Bruto de los países, desde 1950 y tras aplicar dificilísimos – en sus palabras - modelos econométricos. Para quitar “fierro” al asunto, éste, que también es profesor de Economía no del mismo prestigio y ahora os roba unos minutos de vuestra vida con estas líneas, os puede decir que todo el complicado y catártico trabajo de recopilación, seguramente por becarios, lo haría cualquier ciudadano de a píe que sepa aporrear las teclas de un ordenador. Y como en Economía todo transcurre según una trayectoria sinusoidal y las cosas se repiten cada “x” años de forma parecida, prever lo que “puede”acaecer en tu casa o en la del vecino es relativamente sencillo. Luego, si eres un catedrático algo “sobradillo” te pones medallas en la solapa y ya está.
Aciago futuro nos depara el honorable colega. Pero a mi juicio, que nunca fue mucho, algunas bases en su planteamiento no pasan la prueba del nueve. Inicialmente no está agotado el sistema económico llamado “Estado de Bienestar”, desgraciadamente está capado por la economía neoliberal de moda en la New age. Así se justifica por el afán que el capital internacional emplea en “seducir” al ser humano, con cara, nombre y apellidos, para que se endeude hasta los tuétanos y tenerle agarrado por las criadillas. Otro mundo veríamos si aplicásemos aquellas premisas ajenas a la ley de la selva. Seguidamente, predice un futuro modelo económico de férrea intervención estatal contra quienes vulneren las normas. Entonces, ¿en qué quedamos, no es eso Estado de Bienestar?. Intervenir no implica planificar como en los sistemas totalitarios de régimen comunista.
Creo un error igualmente, no considerar a nadie culpable de la actual crisis internacional. En su opinión, los bancos hicieron su trabajo... Pero D. Santiago, pensar así sería tanto como justificar la productividad de los sicarios.
La caída en barrena, llevaría a la desaparición del sistema de protecciones sociales, al pago de pensiones mínimas y a la desesperación del ciudadano que no saltaría por la ventana como en el crac del 29, porque – en sus palabras – “se legalizaría la marihuana para que la gente esté más tranquila”. Y dispensadme si aquí digo que se ha pasado tres docenas de pueblos. ¿Cómo a un Educador puede salírsele por la boca esta sandez? No lo entiendo, de verdad. Hablar de esta manera demuestra un escaso tacto hacia los problemas sociales. Esa insensibilidad sobre el padecer humano se estila en la república de las oportunidades, donde se puede llegar a la cima, si eres blanco, cristiano anglosajón, disparas a los coyotes, mofetas y ratas al ritmo del “barras y estrellas”.
Tampoco la productividad va a ser la causante de la subida del paro. Más bien, al contrario, su ausencia hace estériles a las empresas que fallecen en un mercado altamente competitivo, hostil y cambiante, donde no renovarse, no formar al capital humano ni invertir en nuevas tecnologías es lo mismo que firmar la sentencia de muerte y la narcotización de la sociedad en las que vivimos.
Claro, todo es distinto si lo que pretendemos es vender “best sellers”, como rosquillas, libros de ciencia ficción que versen sobre el sistema económico mundial. Cada vez que criticamos algo, nuestra obligación como economistas es proponer soluciones, sino seríamos charlatanes o echadores de cartas que aparecen en las cadenas de televisión a horas de rentabilidad publicitaria residual. Y eso yo al menos no lo pretendo. Yo sigo creyendo en las propuestas que nacen de colaboraciones positivas a varias bandas y amparadas por organismos internacionales de probada responsabilidad y valía

Heri Gutiérrez García

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