sábado, 16 de octubre de 2010

UNA JABALINA, SOLA EN LA PISTA


Todo sucedió un día de júbilo por la liberación de treinta y tres seres humanos de su cautiverio, a setecientos metros de profundidad, en la fría oscuridad del desierto de Atacama, en el norte de la tantas veces violada Chile. Desgraciadamente, al caer la tarde, la mala noticia se iba extendiendo por todo el Valle del Nalón primero y el resto de Asturias, a la par del mundo del atletismo en general, después. Con tristeza e incredulidad, casi con miedo de abrir la boca, los más próximos narraban al resto, como José Antonio Presas había perdido la vida, haciendo lo que más le gustaba, entrenando a sus pupilos. Recuerdo un antiguo artículo de la velocista Sandra Mayers que titulaba algo así como “Hermano atleta”, en el que dejaba patente la afinidad que existe entre quienes dedicamos tiempo a este deporte – supongo que en los demás ocurre igual - sudor y lágrimas por descontado. Pero nunca éstas últimas fueron tan amargas como en tales circunstancias. En el recuerdo también, Juanin Puerta, valga como ejemplo.
Dicen los lanzadores de jabalina, y Presas era uno de ellos, que cuando entrenan, lanzando por parejas uno a cada lado del campo, hay un peligrosísimo instante en el que aquélla pasa de verse volando en todo su esplendor a perderse de vista, justo en el inicio de la caída. Tanto que, a veces, surgen fatales accidentes. Valga el ejemplo para significar la traicionera forma en que la Parca se llevó por delante a un ejemplo para jóvenes y mayores de nuestras Cuencas. Referente del deporte en Laviana y el resto.
Conocí a Presas mucho antes de que yo empezase a torcer clavos por las pistas de atletismo de nuestra piel de toro; y de eso ya llovió, más de un cuarto de siglo. Era él por entonces, miembro de aquel Hunosa de balonmano, entrenado por Manolo Sierra y gestionado por Gutiérrrez, árbitro de fútbol de primera división – en el recuerdo también el tristemente desaparecido, hace un montón de años, Pepín. Eran tiempos, mediados de los ochenta, el los que el “Poli” de El Entrego se llenaba, cada domingo, de gente para ver a un equipo, que con menos medios de los que hoy en día se despilfarran en camisetas y sudaderas, que decir de los Ronaldos y petardos varios, peleaba dignísimamente en categoría nacional. Entre ellos, Presas ya destacaba porque su fortaleza era tal, que pasaba por cualquier pared de centrales o de cemento. Esa vitalidad, le acompañó hasta el final, pero siempre con una palabra amable. Aunque riñese en los entrenamientos, con un tono de voz grueso, seguro que Magnolia, Nazaret, cualquiera de los Begega, Sonia o Pablo Bendito y los chicos del Alcava sabían que con ello estaba no solo la mejora en rendimiento deportivo sino también la calidad humana. Lo reconocen quienes competían con él, Mikel o los hermanos Llamedo.
Sufría, lo sé porque muchas veces lo comentamos, con su alma mater “Lito”, la despoblación que desangelaba las pistas de atletismo en los últimos años. Desgraciadamente, esta temporada empezará huérfana de la figura de Presas. Pero si hay algo después, más allá de la carcasa de carbono que ocupamos temporal y fatuamente, seguro que en algún lugar, aparecerá la figura de un lanzador de jabalina que disfrutará entrenando, cerca del Olimpo. Descanse en Paz, amigo.


Heri Gutiérrez García.


Fotografía tomada de La Voz de Asturias PHOTOLOUNGE.ES

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