sábado, 12 de marzo de 2011

8 DE MARZO. CÁPITULO MIL

Repasando la historia, todo comenzó más o menos así: La Internacional Socialista, reunida en Copenhague, proclamó el Día de la Mujer, de carácter internacional como homenaje al movimiento en favor de sus derechos y para ayudar a conseguir el sufragio femenino universal. La propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras elegidas para el parlamento finés. No se estableció una fecha fija para la celebración. Un año antes en el centro del imperio, los USA, de conformidad con una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos - ¡Dios mío hasta tenían socialistas, en un número similar a los pingües nativos precoloniales, seguro...!- se celebró el día 28 de febrero el primer Día Nacional de la Mujer. Por aquéllas, supongo que solo se homenajearía a las blancas caucásicas, no a las expropiadas de pile de ébano.
Ya en nuestros días, este 8 de marzo se presenta bajo las premisas de igualdad en educación, trabajo... Todo lo manido en años anteriores, la realidad del acceso diferencial a los recursos, o como Marx sentenciaba, a los medios de producción. Para los investigadores la más hacinante estratificación social, que no solo alienante discriminación de género, nace con la aparición del excedente de producción en las primeras sociedades cazadoras y recolectoras, allá cerca del Neolítico. De esta manera aquéllos que pueden se apoderan del trabajo de sus semejantes y surgen las relaciones de ordenación subordinación y la mujer, por su capacidad como productora y reproductora social, queda aún mas enajenada en labores domésticas, recogida de frutos y como elemento de intercambio entre tribus para fomentar las alianzas, lo que algunos creen que es el nacimiento de la Cultura.
“Tirando del tetu”, a la par que la Historia del ser humano, vemos que el poder siempre se ha usado para delimitar derechos de los que no lo poséen. Así que algunos analistas consideran que segmentar por géneros, sexualidad, origen o color de piel, incluso para rememorar y reivindicar su existencia, solo es un punto de apoyo más para que la discriminación siga mermando las bases de la sociedad que formamos los primates desnudos que andamos sobre las patas traseras por este mundo común. Tal es así, que nos olvidaríamos de los “homenajeados” el resto del año, flaco favor a su futuro y nos aliamos, sin querer, a la realta de conspiradores contra la igualdad de Derechos Humanos, por que diferenciar solo invita a segregar, como un café a acompañarse de una copa de anís de guinda. Más bien la belleza de una sociedad justa, se funda desde las más tierna infancia, promulgando universalmente los derechos de todos las “crías” de humano, sin distinción genética o estética. Solo así caminaremos por la senda del desarrollo, lejos de las cañadas atestadas de serpientes, apaches emboscados en correrías sin fin o melandrucos a rayas o sin uniformidad, cantando a coro la tonada que dicta el sistema. Las plumas de avestruz y los vestidos de rojo satinado no hacen profesión, como el hábito tampoco al monje. Unos y otros son disfraces tras los que los que se refugian lo que no tienen nada que perder y juegan al escondite. Sociedades confuturo son las que no tienen que elaborar largas listas de humanos maltratados, vejados y violados física o moralmente, donde se potencie la capacidad de superación y no la habilidad para defender los intereses fatuos tras la máscara del polichinela brivón de la corte.



Heri Gutiérrez García

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