miércoles, 30 de marzo de 2011

TODO A “CIEN"

Recientemente, los medios de comunicación se han hecho eco de las propuestas de reforma, que los “cien” sabios y doctos economistas que integran el cerebro y sala de máquinas la Federación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) plantean sobre los convenios laborales en España. Cómo colegas, no pude menos que leer sus lineas de acción y, a medida que penetraba en la “jungla de las mil danzas” que entretejían con ellas, mayor era mi espanto. ¡Me explico...! Toda propuesta de reforma, debe ser innovadora y a la vez ilusionante. Ni uno ni otro cumple la presente, más bien peca de rancia y pútrida. Sigo, el revuelto de setas y gambas que aparece como plato principal del menú, parece de todas todas caducado antes de llegar al plato. Se postula romper de un estacazo el modelo de negociación colectiva español, que aunque no fuera la panacea de la concertación, si que causaba envidias en otros Estados -Nación del arco próximo. De un plumazo se quita todo el poder a los sindicatos – que también se equivocan – y al Estado – que según la tinta del pulpo que habite la caverna puede ser terriblemente oscuro en sus planteamientos. Así se vincula competitividad solo a salarios, olvidándose de la causa más importante, la productividad, que en esta firma aparece como consecuencia más que como origen. Yo en cambio, iluso de mi, me pregunto. ¿Cómo una empresa puede competir en mercados hostiles sino es por su capacidad para convertir recursos escasos y materias primas ajenas en bienes y servicios seductores para la sociedad? Claramente no por la reducción de sueldos de sus trabajadores – aunque se cite con la embaucadora paradoja de llamarles costes salariales -, porque es un endeble modo neoliberal de apaciguar desdenes empresariales mal gestionados. Por contra, la inversión en tecnología y formación del capital humano son condición sin e quanun del triunfo empresarial. Siento pena por las aportaciones de “los cien” doctores de la Economía, porque más allá de envenenar pensamientos y venerar al becerro de oro, con euros manchados de codicia, segregan la conciencia social de un país, dividiendo a sus “paisan@s” en triunfadores y derrotados, convenciendo a los últimos de que su penar es cuestión ineludible para salir de la crisis, como si todos debiésemos enjugarnos las lágrimas, vestir nuestros mejores galas, para prestos al sacrificio, entonar himnos de gloria.
Claro, no vale que el proletario pierda cada año un mayor porcentaje de poder adquisitivo, ni que los EREs, como espada de Damocles, cercenen yugulares por doquier. Protestar es políticamente incorrecto, porque los de la corbata, los que usan el cerebro y forman la superestructura de un país define quien debe vivir bien y quien sufrir.
¿Cómo alguien en su sano juicio puede promover construcciones ornamentales, basadas en la reducción asimétrica de salarios de trabajadores de a pie y por debajo de los mil euros mensuales cuándo otros compatriotas, en situación pasiva, por el mero hecho de haber desempeñado una actividad laboral en determinados empleos – y cargar tintas solos contra las prejubilaciones no es del todo justo pues olvidaríamos a diputados, senadores... - tienen ingresos vitalicios muy por encima de los tres mil euros mensuales y nadie dice nada? ¿Es socialmente equitativo y eternamente sostenible tal prebenda, queridos colegas, aunque penséis y habléis en lengua neoliberal?. Yo creo que no, y más digo que en vuestra conciencia y obrar esta el segmentar levantando barreras inaccesibles para los más de los mortales. Capando la gran verdad, que ya Marx y Engels postulaban y que Wolf desarrollaba en su obra “Europa y las gentes sin Historia”, y que encierra la semilla del mal, el fruto de la desvergüenza de la globalización, que es la capacidad del Sistema para polarizar, a su antojo, el poder hacia sus extremos. En el Norte, por un lado, concebido como natural, integrado y concedido por los dioses y otro en el Sur acribillado de marginal, satánico, o al menos no ortodoxo y lícitamente alienable.
Heri Gutiérrez García

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