jueves, 1 de septiembre de 2011

¡APRENDER... DE LOS ERRORES...!





Entre los que nos dedicamos a esto de la comunicación, desde los medios, las aulas, andurriales, cruces de caminos, púlpitos o discotecas se usa, a modo de ariete de asalto el siguiente lema. “ La clase magistral muestra, pero la vivencia arrastra...”. Y como ninguno de nosotros es un iluminado, nos hemos adueñado de ella, cuando es el resultado de miles de años de tradición cultural de los distintos pueblos del mundo.
Así, y como introducción a esta columna, os contaré la bonita leyenda que explica el origen de Hawai. En la paradisíaca Bora – Bora, isla de la Polinesia francesa, en el Pacífico sur al noroeste de Tahití, los nativos polinesios que la colonizaron, hacia el siglo IV, vivieron en equilibrio con los recursos y la naturaleza, en respeto a todos los dioses buenos y malvados que les gobernaban, hasta que uno de aquéllos, de los pérfidos, reventó su interior en lava y a punto estuvo de destruir el atolón. Los nativos atemorizados, después de tantos y tantos sacrificios en su boca, no vieron otra opción más que ofrendar a Mako, el dios tiburón, para que los guiase a otra tierra, tan prometida como la de Canaán para Abraham. De tal guisa que llegaron a Hawai. Sea o no cierta esta narración, transmitida oralmente de generación en generación, desde la noche de los tiempos, es la maravillosa excusa para entonar el himno transcultural que pretendo entonaros.
Siempre que al ser humano el entorno, en el que mora, se le hace insostenible tiene la opción de analizar las causas que llevaron a esa situación e intentar solucionarlas. La segunda, es la de huir, como hicieron los polinesios de arriba. Sea cual sea la estrategia elegida, el corazón debe guiar a la mente, el alma y espíritu a la razón y todo ello entre los márgenes de la pauta que lleve hacia un futuro sostenible. Si os dais cuenta, estamos entrando en “farina” como los buenos reposteros, con delicadeza.
Este verano, entre el toro “matapaisanos” “Ratón”, desgraciadamente figura de feria y fiesta por culpa de una serie de descerebrados que lo contratan a precio de estrella mediática para asestar cornadas varias en las plazas de los pueblos de esta piel de ídem y la visita del Papa en las manidas “JMJ” de Madrid (...) ha saltado a la palestra la serie de desafortunados y graves disturbios acaecidos en la villa de Lloret de Mar. El origen, como “El del planeta de los simios” es porque algún alucinante cerebro de iluminado, tanto como el que trae al toro, ha tornado hace años el turismo familiar por el “low cost” del todo incluido destinado a jóvenes europeos de edades y nacionalidades varias. Alcohol, drogas y psicotrópicos a espuertas, promiscuidad y sexo fácil, sin compromiso ni responsabilidad, garantizado ante la permisividad “prometida” a los “turistas”y nunca verdadera de las fuerzas del orden. Vamos, lo que sería “La tormenta perfecta”. Y cuando se “arma la Marimorena” los ciudadanos protestan, con razón, y la mala imagen ya esta plasmada a fuego y sangre. Cómo solución maravillosa, ante el clamor y llanto de cocodrilo de los hosteleros que se llenaron la “buchaca” en tiempos de bonanza con ese “target”, surge la idea de los gerentes de las discotecas que proponen ampliar la hora de cierre, más allá de las cuatro de la madrugada. Y yo, que sigo saliendo en la noche, me pregunto ¿Estamos locos o qué...? porque con ello solo conseguiremos atrasar la hora de conflictos callejeros y hacerla coincidir con la salida de los ciudadanos que no viven en el crepúsculo...
Aviso a navegantes, por si lo leéis interesados en ello, ojo con lo que está ocurriendo en el ocio nocturno de fin de semana en Gijón. Donde años ha, cierto grupo hostelero está empeñado en matar el gallinero de aves de corral que ovan en oro. No por poner “seguratas” malencarados en traje negro, cordales de fieltro que anudan en columnas doradas, sobre alfombras de terciopelo rojo define la “clase” del cliente, ni mucho menos del local. Más bien, es síntoma de la más rancia y casposa“cutredad”, de la ausencia de ideas y, permítaseme la expresión, “gilipollez” de sus gestores. ¡Allá ellos...!
Por contra, la isla de Fuerteventura en el puerto marinero de Morrojable, goza (con todo su significado) de un maravilloso local, el “San Borondón II” donde nadie se siente extraño, donde no pasa el tempo, transcurre amistosamente entre música, buenos platos y mejor compañía. Donde el Carpe Diem de mis despedidas mensuales es éter balsámico. Vale la pena compartir esa filosofía de vida. ¿No os parece?

Heri Gutiérrez García

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