sábado, 2 de marzo de 2013

NUEVAS COSTRUCCIONES DEL ESTADO


Aunque circunstancialmente se considere que el Estado se construye a si mismo, desde la perspectiva empírica existen muchas razones para ponerlo en duda. Suponer una fuerza motriz interna que le haga crecer sería tanto como sostener que posee una fuerza vital propia a su estructura, independiente a las personas que los formamos o a las que los gestionan. Un ente etéreo, casi dogmático, superior y cuasi  divino, cuya sola suposición dejaría al ser humano en un nivel de incapacidad e inoperancia, muy por debajo de las organizaciones de primates que tanto nos gusta estudiar desde la perspectiva comparada.  

         Desde las distintas Ciencias Sociales interesadas en el análisis de grupos humanos y reparto de poder se han vertido distintas hipótesis sobre las causas que motivaron la evolución de los modelos de gobierno, que hasta ahora han existido. Partiendo del nivel primigenio de cazadores recolectores nómadas, hasta los actuales sistemas, más avanzados y retorcidos quizás, que el Estado–Nación, sin olvidar las bandas, jefaturas, clanes. Sería pesado, a la par que requeriría varios números completos del Ciudad Lineal, hablar de teorías hídricas, reparto de grano y de poder, simbolismo, etc. Por contra, dando un gran salto digno de los mejores años de Yago Lamela, me voy a acercar a la Época Moderna en la que se cimientan las bases de lo que ahora conocemos como Instituciones del gobierno humano. Uno de los planteamientos que más me han “asustado” y marcado, por su significado, analiza las armas de construcción y deconstrucción que el Estado posee y se refiere al uso de poder de la violencia, que aquél ejerce, contra elementos sus supuestamente subversivos. Y viene, como no, de la Antropología. Es conocido por todos que desde la Edad Media la Santa Inquisición “sacaba” confesiones a reos que posteriormente purificaban sus pecados en la hoguera, y tal proceso no era una sucesión de psicólogos en bata blanca que, en retahíla, pasaban por delante de los morros del encausado, más bien el asunto era más turbio y teñido en sangre. Por extensión, en el tiempo y el espacio, no podemos olvidar que todos los Estados y sus Instituciones han gozado del beneplácito de las Leyes para ejecutar, en escarnio público a sus condenados a muerte – no olvidemos lo vivido y “muerto” por el escoces William Wallas -. Todo ello con el propósito de desmembrar un cuerpo físico y a la vez simbólicamente quebrar la fuerza moral del martirizado y apagar los rescoldos de los posibles seguidores que tuviera entre la concurrencia. Existía la posibilidad, si la ¿suerte? te acompañaba de no ser condenado a muerte pero por contra, muerto en vida, pasar los restos ocuitado en una mazmorra o galeote en un barco prisión. Hay varios estudios de Bartra, Pritchard, Boass, Mallinowski, que relacionan el descuartizamiento público de un condenado con el símbolo del poder del Estado. Una especie de apercibimiento, que atormente y someta al ciudadano, capaz de grabar a fuego en las entendederas la idea de que hay alguien, por alguna “divina” razón, superior, que nos vigila y puede “castigar”; además de una cohorte de lacayos que defienden, por encima de todo mal, al sistema, por aquellas feudal, en un mundo campesino preindustrial. Afortunadamente, la actualidad ¿desarrollada? ha abandonado tales prácticas dejándolas, en palabras de algunos dirigentes políticos, para los “salvajes”, de algunas religiones y culturas distintas y distantes a la nuestra, que hay que adoctrinar.

         Pero, yo me pregunto, ¿Acaso el Sistema no dicta nuevas normas que van en la misma dirección? Lo mismo es capar el alma, después de haberlo hecho en el cuerpo, que coartar la capacidad de crecer como persona en un mundo de condiciones igualitarias para todos. Antes la cizalla, la espada, el “hachu” o el tormento eran los elementos preferidos; hoy la falta de una educación de calidad imposibilita para que todo hijo de vecino pueda acceder, entre otras, al mercado de trabajo en igualdad. Tal es así que nadie quiere “sacrificar” los mejores años de su vida formándose, suponiendo que el desliz propio supone rejas y el de los hombres del Sistema apenas unas cuantas páginas en la prensa y vídeos en los medios de comunicación. Alguno de nuestros jóvenes puede pensar “Jo, hasta va a ligar más que Cris Ronaldo, saliendo tanto en la tele, Cómo-y van tirar los tejos les tíes” Viva el experimento sociológico del “Gran Hermano” y las terapias emocionales de “Hombre mujeres y viceversa”. Eso si que son lecciones de vida que nos sirven para el mañana. Y vuelvo a decir ¡Y una p... como una olla...!

         Por todo, muchach@s, por todo, yo sigo con el Carpe Diem, que para muchos ya “huele”.

 

 

 

                                                                  Heri Gutiérrez García. 

 

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