jueves, 9 de diciembre de 2010

¡ POR ALLÍ RESOPLA...!


Un viajero regresaba en avión, desde Irlanda, después de hacerle una visita a su novia. Cuando ya vislumbraban las luces de la costa asturiana, una voz metálica les informaba de la imposibilidad de entrar en el espacio aéreo español y que estaban obligados a retornar hacia las Islas Británicas. Aunque no suele llevar corbata, tuvo que tocarse el gaznate porque temía que las criadillas se le saliesen por la boca ante el miedo a compartir vuelo con algún anónimo “Unabomber”. La realidad era otra, ocurrió que horas antes unos honorables trabajadores se habían puesto en huelga ya que, desde su punto de vista, se violaban sus intereses y derechos Constitucionales...
En la “peli” “Cuando ruge la marabunta”, Charlton Heston debió luchar a brazo partido contra la colonia de hormigas que le devoró su plantación. Y todo porque sus “controladores” se habían dormido. ¿Y qué pasa cuándo los modernos “vigilantes” abandonan su desempeño? Pues que hay cientos de miles de personas que, como ejército de Pancho Villa, se desparraman por los aeropuertos, terrible y comprensiblemente cabreados por no poder disfrutar de unas merecidas vacaciones, conseguidas con su honrado trabajo y laborioso ahorro durante el año. Fue salvaje colofón de un turbulento año, loco y montaraz, cuyas disputas creíamos había finado con el acuerdo rubricado por estos profesionales y AENA, en agosto y que establecía una jornada máxima de 1670 horas anuales y un salario de 200.000 €. Pero en la firma estaba el pecado, como en la penitencia, porque nunca pueden convivir leopardos con ovejas ni lobos con cervatillos. Me explico, a la sazón las horas marcadas, eran a todas luces pingües para todo un año de vigilancia – haced las cuentas dividiendo entre cuarenta y cinco semanas, más o menos de trabajo y de ahí a días -, por ellos muchos certificaron no sentar el culo en las sillas y sus pupilas en la pantalla del ordenador por haber cumplido el horario pactado. Me diréis. ¿No pueden hacer horas extras?. Respuesta evidente, claro que sí, cómo hacían antes del pacto. El problema es que, a los pobrecillos, les redujeron la minuta y ya no les eran rentables – en algunos medios de comunicación se decía que llegaron a cobrarlas a más de 600 € -. pero este dato, al no tenerlo corroborado no lo usaré en mi disertación. Lo que si me permito a pedir, en estos momentos de catarsis, es que debemos revertir a la sociedad lo que ésta invirtió en nuestra formación. Ya que por muy listos que nos creamos, el sistema educativo, que evidentemente debe mejorar mucho para ser eficiente, nos ha perfilado para ocupar un puesto y servir a los demás. Por cierto, creo que con esas nóminas, las necesidades básicas, y algunas más, están bastante bien cubiertas, ¿no creéis?. Por ejemplo, seguro que algunos de nosotros no llegamos a sus umbrales de renta, ¿verdad?. Aciago sería que el plante se debiese a la falta de pan en la panza, tal y como les pasa a miles de infortunados en nuestro propio país.
Todo es el perfil del hijo legítimo de un padre conocido y a la vez la ponzoña con que nos alimenta el sistema neoliberal, permitidme sentenciar amigos míos. De hecho no es, ni de lejos, su venganza. Es la vieja sociedad de los peldaños inaccesibles, resbaladizos inestables y traicioneros que te invitan a escalar y te despeñan. En fin, el juego de “El rey de la montaña”. Si miras hacia arriba sientes envidia, hacia abajo desprecio, asco y eso nos hace temerosos y cobardes cuando deberíamos ser solidarios y respetuosos. Mi libertad termina donde comienza la del prójimo. Esta es una ley no escrita, en la que se basan las Cartas Magnas de los países democráticos. Pero parece que es muy difícil que nos entre en la mollera, sobretodo porque el fomento del egoísmo desde todas las esquinas, a voces o a hurtadillas, nos envenena plácidamente.
Recuerdo cuando “Moby Dick” la gran ballena blanca, asolaba los siete mares y las vidas de los infortunados arponeros que pretendían su aceite. Hoy el moderno cetáceo es mascaron de proa de un sistema caníbal que nos fagocita a todos. Por eso “cuando huelas a tierra y no la vislumbres, otees las gaviotas y no esté cerca la costa, tiembla” a penas tendrás tiempo a gritar...


Heri Gutiérrez García.

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