sábado, 24 de septiembre de 2011

¡GUAPO, RICO, BUEN FUTBOLISTA...!

Cuándo las sociedades se van haciendo más complejas, surgen nuevos planteamientos a los que las instituciones, creadas para solucionar los problemas humanos, deben dar cabida so pena de crear guetos de miseria social, marginación cultural y descrédito intemporal. Caldo de cultivo donde la falta de formación cívica, el egoísmo y la sinrazón crecen como las acelgas en otoño, las remolachas en verano y los sargazos en su mar. Y por ello sentenciamos ¡No hay escrúpulos!

Cuándo los planteamientos son abonados y adobados con salsa de “engorilamiento” supino, vanos de sutileza y vacíos de capacidad, lo más normal es que el castillo de naipes se venga abajo con el primer soplo de aire otoñal. Es más, hasta una brisa tenue lo tambalearía. Decía mi “güela” Oliva: “Cuándo el arbolín crez, hay que ponéi una guiá pa que nun se tuerza, porque facelo de grande nun val más que pa rompelu...” Ella que nunca estudió en Harvard, Oxford, Universidad Complutense o Alfonso X, sabía por una vida de posguerra, racionamiento, cruel represión y falta de valores democráticos, que solo con la educación las personas eran más sociales.

Me pregunto que diría cuándo un mozalbete, buen futbolista él – aunque menos de lo que se cree, por egoísta y poco colaborador con el equipo - se autoproclamaba como el elegido por los dioses para ser el mártir del escarnio público en los campos de fútbol del mundo “mundial”. Seguro que le recetaría una buena “bimba” o un “tantarantán” para que se aposentase y no diese tanto el cante, se dedicase a currar honestamente para su equipo, que en el fondo es el que le paga. Decía José María García, profeta de las ondas, allá en la noche de los tiempos de los para nada gloriosos años ochenta, a tenor de la herencia que nos legaron, y si por ello tediosos y funestos, que en el ciclismo tan honrado y gran profesional era el que cruzaba la meta el primero, como el último. Porque al ser una tarea hecha en equipo, ganar era el culmen de una gran labor solidaria, que ya empezaba de muy mañana con los masajes en las camillas, desayunos con estrategias y acicalamiento de pertrechos y bicicletas. Así obraban desde los fisios a los directores técnicos, sin olvidar a los mecánicos, utilleros.

Solo cuándo falta y falla la autoestima y no se tienen las cosas claras, el ego tiende a supercompensar, surgen palabras de la boca gestos del córpore y desaires del corazón que suplen las faltas de dicho legado. Creemos que sacar pecho, mirar por encima del hombro o escupir, con rosca, ante el otro que está enfrente, nos permite ser superior a él o ella. Sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es el descrédito de los bien-pensantes y personas de bonhomía... Claro si, en cambio, logramos el elogio de los mediocres, de quienes creen que la capacidad del ser humano se mide por la cantidad de gomina que puede atesorar la cabellera del homínido, de la lustrosa efigie de marfil o ébano que orla una riestra de abdominales lateralizados con unos buenos bíceps... Todo lo que barrunto es una vuelta a las cavernas, las mismas en las que Platón recreo su “mito” sobre la falta de valor ante los retos con que la vida siembra y da color a nuestras rutinas. Hay realidades en nuestro planeta mucho más peligrosas que un psicópata que se pasea por las calles de las urbes, pueblos y campiñas. Porque a éste se le teme, margina, da caza, enchirona o electrocuta – a gusto de las normas del país del que es oriundo-. Pensemos sino en la textura tan similar de las veleidades lanzadas por el bello Cris o las de su páter “Mou” - no me refiero al regente de la cervecería donde Hommer, Barny, Lenny o Carl ahogan sus penas - cuando ante la caída de naipes de su espurio planteamiento y ante el temor a que sus calzones sigan los designios de la gravedad universal cargan arcabuces de desconfianza contra diestro y siniestro. Olvidando que el cuerpo y la voz de cualquier persona no puede estar esperando que sufra el rival de la otra acera. De ser así, en deporte, economía, política o vida social, nos tornaríamos en inconscientes de medio pelo, ratas de alcantarilla que solo viven de los deshechos vertidos a las cloacas de las ciudades. Pero claro siempre es más fácil jugar a la contra, esperando el fallo del contrario en la arena de batalla que esforzarse en crear planteamientos ilusionantes que den esperanza a los miles de ciudadanos. Y por si no he hablado suficientemente claro, no me refiero solo al fútbol. Ya podría ser éste el peor de los males de la sociedad. Mientras todos reflexionamos, Carpe Diem, amigos.









Heri Gutiérrez García



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