domingo, 5 de agosto de 2012

Símbolo Pistorius



Eran las once y media de la mañana del pasado sábado, un clamor rasgó el silencio de la pista olímpica. Hacía minutos que una docena de relámpagos de ébano habían surcado el tartán de la recta principal del estadio londinense, buscando la gran final, yo otro año debía conformarme con verlo desde el sofá. Mi tiempo, a menos de dos segundos del mejor de los suyos, parece poco, pero en la distancia a más de veinte metros. Como si hablásemos de las dos velocidades a las que el sistema quiere que corra el mundo, la de los ricos y la otra, la de casi todos. No, no va por ahí mi columna. Bajo el sol de Londres, en la calle seis, había un mocetón alto y rubio, de nombre Óscar y representante de la República Sudafricana, que iba a correr la vuelta a la pista, los cuatrocientos metros, vamos. Para quienes no conozcáis su historia, solo os propongo que sigáis la cámara desde sus cara, en recorrido descendente, como acostumbran los realizadores. Todo es normal hasta llegar a sus rodillas, de ellas hacia abajo la biotecnología ha creado unos apéndices que le permiten hacer lo que más le gusta, que no es solo correr, sino romper los esquemas de un mundo jodídamente conservador y unas normas que no le permitían competir con los "normales", aunque desde el punto de vista de la Antropología, todas las construcciones humanas, lo son, verdaderas, auténticas y normales. Espero que el Comité Olímpico Internacional no me sancione por llamarle conservador e inmovilista, como el resto de instituciones creadas por el Hombre.


Contaros lo que tuvo que pasar el bueno de Óscar Pistorius para poder correr unos Juegos es muy largo y penoso. Solo cito su historia como símbolo que puede servirnos a todos para aguantar los envites neoliberales que nos hacen sentirnos extraños, siendo todos miembros de la misma comunidad de primates humanos. Hoy que parece que pintan bastos, debemos hacer con ellos instrumentos de apoyo para salir del trance, como los "Sheppars" de Pistorius; por cierto, es una gran mentira que le den mayor impulso y le hagan correr "dopado", los que están en su mismo trance marcan cinco o siete segundos más lento y cualquiera que haya corrido esa distancia verá lo difícil que es hacerlo con piernas, imaginaros sin el apoyo de las pantorrillas.

Lo mismo que un moderno Leónidas, que luchó a la sombra en las Termópilas, porque los arqueros de Jerjes taparon con sus flechas la luz del sol y amparado en la firme idea de que como los sueños y la honestidad es lo único que el Sistema y sus secuaces no nos puede arrebatar, permitidme correr la última posta del relevo 4 x 100 con el equipo de Jamaica, para junto con Bolt, Powel y Carter "machacar" a los hijos de los EEUU; por cierto, todos ellos de raza negra, como los que murieron en sus guerras actuales, por eso Tommy Smith y Joe de Carlos, velocistas americanos también negros, ensalzaron su poder con las manos enfundadas en cuero negro y apretadas al aire, cabeza en sumisión, cuando recibieron las medallas en los Juegos de México. Luego, el propio sistema los tildó de "desertores", como hace a quien no le baila el agua.



Heri Gutiérrez García




La imagen de esta entrada fue tomada de aquí: http://museumofuncutfunk.com/2012/07/22/sports-and-politics-the-john-carlos-story/

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