Trovaba
la malograda Cecilia,
allá por los setenta,
que a nuestra España,
por aquellas muerta, hoy autonómica
o federal, solo la
despertaba de su
siesta los desesperados
versos de poetas.
¿Dónde están, pues?
Me pregunto yo. Acaso
ya no se estilan,
o será que las
redes sociales los han
acallado, amordazado, sino
narcotizado.
Sin que
venga al caso, hace
unos días, durante uno
de mis entrenamientos,
deslocalizado por los
Llerones langreanos,
un conocido, que paseaba
desde el muro, me
espetó, quizás con
cierta sorna, que
si había sido censurado
por los medios. No
sé si lo decía en
referencia a los continuos agravios
que perpetro contra la
Lengua de Cervantes
o por lo atípico de
mis irracionales razonamientos
contra un sistema, el
neocon, que nos
asfixia. Él lo
sabrá. No, no; lo
que pasa es que
te cansas de estar
siempre en el
candelero a modo
de hippie trasnochado
y porque te das
cuenta que soltar
una sarta de “palabros”
no vale más que
para ponerse uno mismo
de “mal café”.
Y no es que
esteotro esté ya pa
sopines de ajo,
pero casi.
Pero claro,
las vicisitudes de
la vida cotidiana
hacen que hasta el
más calmado capullo de alhelí salte
de sus casillas
y pese a las
firmes promesas
hechas a uno
mismo, para no
cabrearse más frente a un
momento presente
que no tiene arreglo,
ni quien se lo
ponga, la ausencia
de razón complica
la astenia del escritor
ocasional. Y por ello, te traicionas, juras en
arameo, vas y escribes nuevamente, nunca
buscando el aplauso o pretendiendo hacer brindis al sol como otros.
Y toma lista, o tonta, en su caso.Reformas
laborales, que sirven
para lo contrario
de lo que supuestamente
se idearon, crear empleo,
como así atestiguan
los casi seis millones
de parados y las más de
un millón de familias
sin ningún ingreso.
Amnistías fiscales
para quienes oficialicen-legalicen
su dinero negro en
las lavadoras del Estado,
unas y otras, tan inservibles
como irreverentes y
antisociales. Jóvenes que
mueren víctimas
de la “cutre” oferta
de ocio nocturno.
Compatriotas que fallecen
por la falta de
pudor de la especulación
y en cuya memoria
se pactan leyes que
apelan a la
extrema necesidad,
para evitar desahucios,
tan falaces como los
ya caducos, aunque desgraciadamente
vigentes, criterios
objetivos de empresa
para despedir currantes.
Y más brindis, estos hacia la grada y el tendido de sol. Venga
ya, hombre. ¿Hasta cuándo
vamos a seguir en
esta senda de guerra
del despropósito? Nos
creemos el ombligo
del mundo y no
somos más allá de
una república bananera.
Ahora, la última, contempla la posibilidad de dar
la nacionalidad a
aquellos inmigrantes
que puedan comprar un
piso de más de
160.000€. Doble
error, desde el
punto de vista de
quien ahora os perturba,
porque esa medida
atraerá a cientos
de extranjeros con
actividades ilícitas,
quizás, poco claras
al menos y además
insuflará los precios
del mercado inmobiliario
a niveles superiores
a los alcanzados
por la especulación
de años pasados y
criticados. Eso si,
seguro que se
recaudará más, o no. Pero
como la Teoría Económica
nos cuenta, existe el
problema de la
miopía adaptado a su saber, que
no implica la necesidad
de usar gafas para
ver de lejos, es
por contra de solución harto más complicada y
puede llevar a la
catarsis del agente
que lo padece. Y
en este caso, refiero
al Estado como Institución
Económico Social.
Pero no
pasa nada, podemos manifestarnos
para que no desaparezca
un equipo de fútbol
o disponer de varios
contertulios que diserten
sobre las capacidades
atléticas y técnicas
de los messis-ronaldos
de turno. Mientras
tanto, si el
vecino pasa hambre,
se puede quedar en
la calle o sus
hijos no tienen una
educación adecuada
o cobertura social mínima,
nos la trae al
pairo. Luego en
Navidad y otras fiestas
de guardar nos hinchamos
de orgullo porque damos
unas limosnillas a
cualquier ONG o
apadrinamos un negrito
en Asía o un
chinito en Canadá.
Somos tan hipócritas
que lo mismo nos
da. Nos da lo mismo. Y así
nos va.
Y diréis.
Vale listo, y tú
¿qué propones? Nada; mientras
“esto” funcione
con un sistema productivo
basado en hidrocarburos
-para más inri, solo
de ciertos países- que
son escasos y no
renovables, osea se
agotan y por
ello se encarece
la energía y de
ahí. Y lo triste
es que hay tecnología
para superarlo, pero
somos cautivos, como los
mercados, de las
oligarquías internacionales
de poder. Menos mal
que, según los mayas,
todo terminará el próximo
diciembre.
1 comentario:
Amén. Polo menos queda ún a gusto.
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