Hay
un dicho que califica
a los economistas
como los profesionales
que se dedican a
formular complicados
modelos matemáticos
para explicar lo sucedido
y pronosticar lo
que ocurrirá.
Pero desgraciadamente, con
el transcurrir del
tiempo, el dios
Cronos, nos demuestra
que nada sirve, ni
es real, más allá
de los desvelos
por casar matrices
con ecuaciones diferenciales,
integrales y miles
de incógnitas en
un mundo de enigmáticos
sistemas matemáticos
estériles. Así que
el economista se
“relame” teorizado
sobre sus propias meteduras
de pata. No obstante,
recuerdo como casi
de la Prehistoria,
mis tiempos de estudiante
en la Facultad
de Económicas del
Cristo, cuando Cándido
Pañeda, “profe” de
una de las últimas
asignaturas de aquella
licenciatura que fue
vía crucis personal,
casi martirio, nos conminaba
a que cuando viésemos
una botella de dos
litros, mediada, no
nos regocijásemos solo
en la banalidad
medio llena o medio vacía, sino que
reflexionásemos, más allá,
sentenciando independientemente
de la ideología, libertad
de cátedra para los
que nos dedicamos
al sagrado arte de
la Educación, casi
rapsodas obsoletos
hoy en día, y acertáramos a
concluir que su
contenido era de
un litro.
Algo similar debe
ocurrir en la
Política, a tenor
de los dispares
significados que se
imbrican a un
mismo dato económico
– social - demográfico.
Sería largo y tedioso analizar
el significado real
de esta actividad
humana. Como botón de muestra, Aristóteles
la consideraba como
la manera de ejercer
el poder para solucionar
los problemas que una
sociedad enfrenta,
en cada etapa de
su Historia. Sí y
un jamón, me diréis
y seguro que tendréis
razón, sobretodo
hoy en día que
ha trasmutado hacia
una actividad profesional
con parámetros y
quehaceres propios, casi
tipificados. Tampoco pretendo
entrar en el
significado antropológico
que mimetiza el uso
del poder coactivo
sobre la población.
Aterrizaré, con las
garras desplegadas,
sobre la prepotente
dialéctica que la política estila,
capaz de subyugar
y sodomizar a todos
los ciudadanos que
vivimos en un
país, sea España o
Sildavía, Freedonia
o Coppertonia. Sí, compatriotas
sí, porque del mal
uso que hacen sus
profesionales terminamos
bebiendo todos, trabajadores,
parados, pensionistas,
funcionarios y astronautas
- a
no, que aquí no
hay astronautas, ni
parados, tampoco,
creo -.
Por contra,
tan importante era
esta actividad y tal
era su dignidad
que algunos de sus
profesionales en el
Mundo Clásico, cuando “metían
la pata” se hacían
el harakiri - ah
no, perdón, que esto
era en Japón, por
aquellas Cipango -.
¡Bueno, pero casi!
Aquellos a los que me refiero, por dignos, se
sumergían en una
terma caliente y se
abrían las venas
abandonándose plácidamente. No por
Dios, no pensad que
pido tal acto de
valentía y decencia
a los políticos
actuales del mundo
libre. Ni tanto
ni tan calvo. Sería
consecuente, no obstante,
exigir una profesionalización,
más bien, ejercicio
de cordura en la tarea que
ocupan. Y eso
implicaría, solo, independientemente
de las siglas que marquen su identidad y su ideología, si la profesan, cortarse
la coleta dignamente
cuando se han
agotado los argumentos
o, en su caso,
si los que se
esgrimen no sirven. Por contra se
baila una mazurca para miles de muertos, con el paradigma de la sinrazón que
usurpa el Diego donde se dijo digo, que pierde la memoria sobre la autoría de
los muchos desmanes que sufrimos en la Historia reciente y por contra se graban
a fuego los aciertos, rara avis, del momento. Y al ataque; porque en un alarde
de desahogo efectista – magia potagia -
se tornan positivos datos de por si terriblemente lacerantes. Así el
dato de seis millones doscientos mil parados es positivo porque al igual que el
de la recesión de nuestra economía nacional, ha visto frenada su tendencial
caída en barrena, durante el último solsticio. Nadie pierde, vamos, como si
tras una goleada por cuatro a cero, o cien a uno, significara que en la vuelta,
tal paliza, nos haría reaccionar y pasar por encima del rival, como si éste no
jugara. En fin, amiguitos, como diría el casposo Torrente, por algo España “is
different”. ¡No perdón! “Spanien das verschieden” que será, parece, la nova
trova ahora que se va a permitir la “invasión” de capital germano para reflotar
nuestra economía. Por cierto, ¿no cabría preguntarse, al respecto quién diablos
la echó abajo? Una pista, los muchos tecnócratas y estadistas, al uso, versión
Anggy Merkel o Mario Prodhi, que en las últimas décadas nos han dañado y
lacerado mucho más profundamente que las disputas, trascendentales
controversias, entre Mou y Casillas, su desamor por Sara Carbonero o los
conflictos emocionales en Gran Hermano. Cuestiones vitales, ellas, que tanto
nos preocupan y desvelan a todos.
Heri
Gutiérrez García.
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