sábado, 11 de mayo de 2013

MALDITO BAILE DE MUERTOS...


...Pólvora de la mañana. Así cantaba Luis Eduardo Aute, en septiembre de 1975. Una canción que como el mismo comentó en alguna entrevista: "Escribí "Al alba" los días previos a los fusilamientos de septiembre de 1975 y con mucha urgencia. Debe haber sido una de las canciones que más rápidamente me surgieron, pero quería que la gente la cantara. La verdad es que no tuve que pensar mucho, salió del dolor." Desde ese momento, se erigió como himno referencia contra todo tipo de intolerancia, represión y crímenes de lesa humanidad que se cometen contra nuestros semejantes.

         Metidos, ya de lleno, en la primavera del año de nuestro señor de 2013, como escribían los viajeros, marinos, rapsodas y narradores varios de épocas pasadas, vivimos tiempos de estupor no solo por el regusto, cada vez más jodidamente amago de la crisis, sino también por las caras que nos quedan a los españolitos de a pie, que no somoshijosdalgoni gozamos de foro o privilegio alguno, con todo lo que se nos viene encima. De vuelta a la canción, Aute nos advierte nuevamente en el primer versoSi te dijera amor mío, que temo a la madrugada, no qué estrellas son estas que hieren como amenazas, ni que sangra la luna al filo de la guadaña...” Ahí queda eso, que diría el castizo.

         En los últimos tiempos, antes de la canícula del verano, se me están antojando una serie de ideas que, aunque no alcanzan al rigor de una tesis, constituyen mucho más que un mero bosquejo de reflexiones, por su significado y porque son compartidas por librepensadores de varias patrias y periodos in tempore variado. Consumaciones que, pese a la dureza y claridad de miras que representan, nos ponen a todos los bien nacidos la carne de gallina, más que trémula. Por ejemplo, escritores de mucha mayor trayectoria que la de este triste soldador de palabras, como Antonio Muñoz Molina, en su último libro “Todo lo que era sólido”, sentencian que lo que estaba garantizado y se consideraba ganado por el mero hecho de ser ciudadano de un país - vamos lo que permitía en materia social, educativa y sanitaria el Estado de Bienestar - se está desmoronando; o, más bien, nos lo están tirando abajo. Y a nadie parece importarle más allá de los cien, doscientos, trescientos  euros con que se nos puede quedar el Estado; y como somos muy poco eclécticos y no bebemos de más fuentes que la que nos interesa, y en cada momento, no somos capaces ver más allá. Igualito, igualito, que los conejos, de Tomás de Iriarte, que en la madriguera discutían sobre la autoría de unos ladridos que cada vez se acercaban más a ellos. No os destrozo el final, leedlo vosotros, que merece la pena.

         Y mientras el dragón se zampa a la doncella de la justicia, que sostiene la balanza, en toga y vendados sus ojos, sus hijos que somos todos, las pasamos “canutas” para llegar a fin de mes. Algunos, desgraciadamente  -y no hablo en sentido figurado – se quedan en el camino, sin que nos pueda importar una mierda a nadie; porque nos volvemos tan ciegos que no nos damos cuenta de que cuando las barbas del vecino pelan, deberíamos temblar de miedo por las nuestras. Y en estas, queridos compatriotas, aparecen los datos catastróficos sobre el mercado de trabajo y con ellos, la euforia post- Semana Santa se esfuma como se diluyó aquel azucarillo en aguardiente. Estalló la bomba social, que no deportiva como decía García en los ochenta. Se rompe, con ella, la barrera de los seis millones doscientos mil parados, que combinan con las casi dos millones de familias que no tienen ni un euro de ingreso mensual para vivir, porque ninguno de sus miembros trabaja. Y todo, pese a las maravillosas reestructuraciones hechas sobre el mercado de trabajo, rescate tras rescate, confeso o penitente. La vida sigue igual, como la canción de Julito Iglesias, y sufren los mismos de entonces.

         ¿Cuándo, de verdad, se comenzará a responsabilizar el español, sucesor de Esteso, Pajares y Alfredo Landa de todos sus quehaceres? ¿Tan difícil es tirar la cuchara cuándo ninguna de tus soluciones sirve? ¿Es mejor agotar - sea color del partido cual sea – las legislaturas, hundiendo por la proa el barco de la economía nacional, o por el contrario, en un más que honroso mea culpa admitir la ineficacia de ciertas medidas, más allá de su impopularidad manifiesta? ¿Somos incapaces de hacer frente a las doctrinas Prodhi – Merkel de la sinrazón, pensando en la soberanía nacional? Pues si todo monta de tal forma, estamos perdidos. Creo que se nos quedarán cortos hasta los siete millones de parados y entonces ¿qué o quién nos puede salvar de la quema, compañeros?

         En fin, como debo estar ya más p'allá que p'acá dejeme con el mi canto. A las duras, más que a las maduras, que diría el rapsoda. Aunque yo me sigo aferrando al sempiterno Carpe Diem, amigos.

 

 

                                                                                     Heri Gutiérrez García

 

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