sábado, 3 de agosto de 2013

SE EQUIVOCÓ


Y así lo confesó, nuestro Sr. Presidente, en Las Cortes. Pero no voy a ser oportunista, no mucho al menos, aunque si quiero pecar de reivindicativo en esta columna. Me importa un bledo que su señoría sea amigo o no, se vaya de copas o al cine, con el Sr. Bárcenas, porque cada uno elige a sus colegas, coyacios de acampada. Tampoco me preocupa discernir como cobró cada cual en un partido, el que sea, porque en este caso deberán ser los auditores del Estado quienes certifiquen la legalidad o no de tales prácticas. Y menos aún me preocupan en la actualidad, porque no soy rencoroso, Sr. Rajoy, sus desafortunadas explicaciones respecto a los “hilillos de plastilina” que brotaban del Prestige hundido más allá de las Torres de Hércules. Allá cada cuál con su conciencia limpia o sucia de chapapote, galipote n'Asturies. Y para que nadie crea que soy un “abandonao”, como el que no engrasaba los ejes en la canción de Atahualpa Yupanqui, le voy a susurrar unas cuantas cuestiones en que también se equivoca, a mi juicio, por empecinarse en seguir la huella, no sé de qué marca de casa ajena, en el largo camino.

            Queridos amigos que pasáis la mañana, con una caña en la mano y el periódico en la otra, quiero contaros algo. Dicen, comentan y supuran dos economistas mucho más capaces que yo, como son Emilio Ontiveros o el también asturiano Ángel de la Fuente, que las cosas se están haciendo mal y todo ello ante los oídos sordos de quienes nos dirigen. Sus datos y explicaciones, que a veces se escapan incluso a tipos bragados metidos en harina, como ellos, ponen los pelos de punta. Para no abrumaros en exceso y aprovechando la comparecencia de nuestro Sr. presidente, me atrevería a preguntar, lanzar al espacio una serie de clamores, de orate, aunque sea igualmente ninguneado.

            Me gustaría que alguien explicara por qué cuando vives en la oposición – sea el partido que monte - unos datos son coyunturales, es decir de temporada, sin ninguna base científica que ratifique el cambio de ciclo y en cambio tornan, desde la posición de gobierno, en signos de recuperación y bonanza económica sin límites. De la misma forma, nadie explica a “Juan español” cómo se come el plato de moda actual que contiene una ensalada indigesta que presenta a las exportaciones en franco crecimiento, salteada con un PIB - macromagnitud utilizada para definir los índices de crecimiento de una nación – paupérrimo y sin visos de recuperación real. La explicación, muy sencilla de identificar, pero callada cobardemente, es la siguiente. Y que la rebata quién se atreva. Veamos pues, el Producto Interior Bruto (PIB) es, sin muchas vueltas y simplificando para que lo entendamos todos, la suma anual del consumo de familias, gasto del Estado, inversión de empresas y la diferencia del saldo de caja entre exportaciones e importaciones. Pues bien, todos sabéis, porque lo sufrimos, que la tijera de Rajoy y el cinturón reductor de abdomen de su política económica hacen que nos cortemos al comprar, básicamente porque no tenemos tanta pasta como antes y además la inflación hace que todo sea más caro. De postre, los impuestos al consumo sufren priapismo en número y cuantía, las reducciones del gasto público en servicios sociales, educación y sanidad, unido a los estacazos de la U.E., hacen el resto. Y la indigestión se transforma en cagalera. Por cierto, alguien debería decir que las exportaciones crecen, no porque la marca España sea seductora para los clientes exteriores, porque su competitividad o calidad dejen boquiabierta a la concurrencia. Lo hacen más bien porque la caída de salarios, precarización del mercado de trabajo y otras perlas similares suponen que nuestros productos resultan más baratos que otros de mejores características. Y ante la “pela”...

            Y en estas, del estío canicular, a caballo entre el inicio de las vacaciones de unos, la vuelta al trabajo de otros o el ansia por encontrar uno digno de siete millones de españoles en paro y los dos millones de familias sin un euro de ingreso al mes, estamos. Engañados o en trance por lo que en las Ciencias Sociales se conoce como miopía del ciudadano.

            Regocijarse con las subidas de empleo estival es de enanos mentales, cómo siempre fue. Además, no olvidemos que para ser metodológicamente serios deberíamos cruzar datos de empleo con otros como los de saldo de la inmigración, por ejemplo y recordar que, en los últimos tiempos, la tendencia se ha invertido, es decir se da una vuelta hacia los países de origen. Y eso significa empleos abandonados por recursos extranjeros que son ocupados por nacionales. ¡Ah! ¿Qué eso no puede decirse? Por eso, así nos va. Y ojo a la fuga de cerebros, más allá de la insustancial “peli” de Amaya Salamanca y Mario Casas, porque los jóvenes que emigran, para comer Sra. Ministra, no para vivir de lujo, descapitalizan intelectualmente un país y no vuelven. Es por otra, algo que ocurre en los entornos subdesarrollados. Como diría Chiquito de la Calzada ¡Qué lo sepas!

 

 

                                                                                                          Heri Gutiérrez García.

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